Prohibido cantar y blasfemar

vacuno leche 3 0

A medida que el virus retrocede (un poco, no crean) las administraciones avanzan (un bastante) en sus absurdas e ineficaces medidas con las que disimular su impericia, por decirlo suavemente, en la lucha contra la enfermedad. La última ocurrencia, puro franquismo de viñeta, es la prohibición de cantar y blasfemar. Se lo explico.

Bueno, vale, quizás exagero con lo de prohibir y me paso un poco con lo de blasfemar pero es que, entre los consejos, no prohibiciones, que hemos escuchado estos días está el no cantar en las celebraciones religiosas, que son algo así como el pin-pan-pun de las restricciones, y sustituir los gorgoritos de coros y fieles por música grabada. Digo yo que, para utilizar este formato se deberá, previamente, abonar los correspondientes derechos de autor que, por otro lado y miren ustedes por dónde, suelen afectar-beneficiar a autores y/o entidades afines a la ideología imperante. Ya saben.

Lo otro, lo de no blasfemar, de momento no lo han prohibido, tampoco desaconsejado, pero quién sabe, igual algún día los de la ideología imperante consideran que mentar a Dios, sus sinónimos o sus símbolos, es insultar al presidente del Gobierno o a cualesquiera de sus homólogos (si es que alguien se le pide homologar) autonómicos y, entonces, para qué queremos más. El problema es que no se podrá poner el cartelito de “Prohibido cantar y blasfemar” en los bares, más que nada porque están cerrados, pero paciencia, que algún día se abrirán, igual cuando ya no queden clientes porque han cambiado de barrio. (Perdón si les parece demasiado negra esta ironía, que sería entonces sarcasmo)

En todo caso, lo de los bares va camino de arreglarse. Vuelvo a explicarme: hasta ahora, se iban cerrando aquellas comunidades, provincias o municipios que arrojaban malos datos de contagios con una tasa arbitraria de número de afectados por cada cien mil habitantes. Ahora, al menos en aquí, en Castilla y León, es justo al revés, es decir, se cierran, confinan o perimetran, pongan el verbo que consideren, aquellas provincias que arrojan buenos datos, en este caso, Ávila y Segovia, de modo que éstas abren sus restaurantes pero nadie de fuera puede acudir a ellos. Autarquía, se llama esto. Conclusión: a rezar para que no disminuya el número de contagios. Permanecerá cerrada la hostelería pero, al menos, podremos viajar.

Y mientras, los políticos de uno y otro signo siguen debatiendo con quién podremos comer el día de Navidad, a quién podremos invitar y con quién de la familia podremos tratar. No sé la mordida que cobrará un político por aceptar excluir a determinados familiares en la comanda de cada ciudadano pero podría ser un buen método de financiación ilegal de los partidos.

Blog de Ángel Cuaresma

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