Otro caballero del vino

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Las personas, sin duda alguna, son irreemplazables. Lo son, lo somos, en nuestro ámbito familiar, y algunas, caso de nuestro recordado Pascual Herrera, dejan un espacio también difícil de llenar en el ámbito profesional. No me extenderé hoy, intenté hacerlo lo mejor que supe en mi artículo de hace unas semanas, en sus muchos méritos en sus también muchos destinos profesionales.

Pero, gracias a Dios, la vida sigue, y siempre con el recuerdo y el cariño a quienes ya nos contemplan desde el Cielo, debemos continuar siquiera sea para honrar la memoria de los que abrieron el camino. Y así lo ha hecho la Denominación de Origen Cigales: mantiene, claro que si, muy vivo el recuerdo de Pascual, le rendirá con el quehacer diario el homenaje siempre merecido y, sin dejar de respetar su memoria, ha cumplido con el rito de elegir un nuevo presidente: Julio Valles.

Sí, sí, ya sé que son perfiles completamente distintos, cada uno con forma de hacer, de enfocar los temas, de abordar los viajes, las reuniones, los debates… Pero ambos, el que se nos fue y el que llega, con una pasión común: no sólo el vino, también esta tierra que nos une, que se llama Castilla y León, puntera en esto tan amplio que es la gastronomía, la vitivinicultura, el turismo y la calidad.

Julio Valles, al que, como tantos de nuestros lectores, tengo el gusto de conocer personalmente, tiene mucho que decir, y lleva años diciéndolo, en el mundo del vino. Pero es que, además, conoce al detalle muy, muy importante para la Denominación que ya preside y para nuestra economía. Me estoy refiriendo a los restaurantes, las bodegas, los hoteles, los complejos turísticos. Se le abren, por derecho propio, las puertas de los más afamados locales pero también los zaguanes más anónimos, los de los pueblos más alejados, los del mantel de lino y los de las servilletas de papel.

Un digno sucesor, un merecido heredero que, insisto, seguro que con un enfoque distinto, va a terminar de coser un Consejo que empezaron a hilvanar sus predecesores y  va a escribir, con todo su equipo, por supuesto, las mejores cartas, los menús más sabrosos, las combinaciones perfectas (verán que huyo de la palabra maridaje), los destinos más adecuados.

El listón está muy alto: por eso han elegido a quien sabe estar arriba y abajo, en primer término y en la silla más humilde; el señor de la conversación amena y cortés, del comentario ad hoc, la frase oportuna y el chascarrillo a tiempo. El que es capaz de remangarse, ponerse el mandil y cocinarte una exquisita crema de sopa de ajo en un cuarto de hora y, sobre todo, el que calla a tiempo cuando le sirven, y soy testigo de ello, comida apenas digerible.

En definitiva, un caballero español, de los que no quedan, pero, a la vez, un hombre de nuestro tiempo, con muchas ganas de hacer cosas y de hacerlas bien.

Blog de Ángel Cuaresma

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