Franco se reunión con Hitler en Hendaya. Cerdán, es decir, Sánchez, ha hecho lo propio con Puigdemont en Waterloo. Sí, sí, ya sé que hay sustanciales diferencias. Veamos algunas.
En primer lugar, la entrevista de Hendaya se celebró en un incómodo vagón, pese a su lujoso diseño, de un tren de época, tantos años conservado posteriormente en la estación de Soria. Las de Cerdán (cuántas veces el apellido es premonitorio, servidor lo sabe), en palacetes costosísimos y en hoteles de un montón de estrellas, más de las que tiene la ilegal bandera independentista.
Franco, así, de entrada, se negó a formar parte activa del bloque, ese sí, fascista en la Segunda Guerra Mundial, Dijo aquello de “cojones” e inauguró el que este humilde columnista denomina método testículo, es decir, colabora pero no entra. En el momento presente, lo que viene a ser “en esta hora de España”, los enviados de Sánchez no es que entren, es que les “entran”, sin anestesia y hasta el lugar de la anatomía de la piel de toro que haga falta.
En aquellos procelosos años de la gran contienda, primero europea, después extendida por cuatro de los cinco continentes, Europa estaba unida contra el nacional-socialismo. Hoy, esa ¿misma? Europa, en la que tatos ingenuos confían y a la que tantos candorosos se encomiendan como es la que, durante años y a todo tren, ha dado cobijo a los prófugos mientras deja a la extrema derecha, a la de verdad, no a la que dicen por estos lares, ocupar sus escaños en un parlamento más dedicado a cargarse nuestros medios de vida y a amargarnos la existencia, por muy, muy lejos de Estrasburgo o de Bruselas que nos refugiemos.
Y mientras, la derecha española, a lo suyo, a lo de siempre, a la división. Familia que reza unida, permanece unida; la separada, pierde. No entienden lo de “cada uno en su casa y Dios en la de todos”. No pillan en qué hay que comparecer juntos y en qué separados. No ven que gobernar juntos en cinco regiones, que en realidad son seis, y 140 corporaciones locales es una fuerza imparable y un verdadero muro de contención en una España que dicen de las autonomías.
Hace años se asorayaron y el resultado, no sólo para ellos, no puedo ser más catastrófico. Este 2023, se han borjasemperizado y ahí están los números. ¿Qué será lo siguiente? Pues asancharse, es decir, achantarse pero ante Sánchez, que parece que no es el único que va aflojando traje en ese inmenso probador o vestuario que es la política española.
Eso sí, ellos se bajan los pantalones; nosotros, los ciudadanos de a pie (en pared), nos apretaremos el cinturón. Y los dientes y la mandíbula para no hacer locuras.