Así las cosas, estos agricultores que han pagado la novatada con los cultivos proteaginosos, tendrán que volver a sembrarlos para el año 2024 porque se lo impone la nueva PAC con la condicionalidad reforzada y con los ecorregímenes, y de nuevo volverán a pagar precios de locura por una semilla que se ha de importar de otras regiones de Europa, porque en España no la hay. Otra vez a sembrar lo que nos mandan y no lo que el mercado nos pide, otra vez a sembrar cultivos por obligación, aunque el tiempo venga atravesado, aunque se pase la fecha de siembra, aunque no lo quiera comprar nadie, y aunque tenga unos gastos desmesurados, que ya sabes de entrada que no vas a recuperar.

Donde obligaron a sembrar guisantes hay ahora fincas llenas de hierba porque, para más escarnio, no se pueden hacer labores hasta el 1 de septiembre, aunque agronómicamente se dieran las circunstancias para poderse hacer. Los que sembraron garbanzos, quizás no les pregunte nadie por ellos, y el destino final sea mal venderlos para la alimentación de los animales o dejarlos en casa hasta que los coma el gorgojo. Quienes sembraron girasol ya bien entrado junio, porque había que sembrarlo, abocados van a no cosecharlos y tener un estorbo importante en la finca para prepararla para la nueva sementera.

Con esta experiencia, con más razones que nunca tenemos que luchar para que la reforma intermedia de la PAC, para que el Plan Estratégico de la PAC para España, se deje de imposiciones absurdas y permita que el agricultor y ganadero gestione su explotación como más le convenga, eligiendo los cultivos que mejor se adaptan a sus tierras y que crea que le van a reportar más beneficio. Lo contrario es hacer agricultura desde los despachos, algo abocado, sin lugar a dudas, al mayor de los fracasos.

José Antonio Turrado,  Secretario general de ASAJA-Castilla y León