Nuestro entrevistado de hoy en AgroNews es José Vicente Tarazona Lafarga, Doctor en Veterinaria por la Universidad Complutense de Madrid e Investigador del Instituto Carlos III con trabajos centrados en ecotoxicología y medio ambiente es uno de los participantes en II Congreso Internacional de Sanidad y Bienestar Animal que tendrá lugar en el Rectorado de la Universidad de Córdoba los días 21, 22 y 23 de septiembre, https://www.agronewscastillayleon.com/el-ii-congreso-internacional-de-sanidad-y-bienestar-animal-subrayara-la-estrecha-relacion-de-ambas-materias-con-la-salud-publica/ . En concreto participará en la Mesa Redonda III: Bienestar Animal y Salud Medioambiental.
Este investigador es especialista en la toxicología ambiental y evaluación de riesgos de sustancias químicas (contaminantes ambientales, plaguicidas, medicamentos veterinarios y humanos, etc.) tanto para salud humana como para salud de los ecosistemas. De estos temas y de algunos más vamos a hablar en la siguiente entrevista que amablemente ha concedido a AgroNews
Usted es especialista en toxicología ambiental ¿Estamos tan mal como dicen algunos? ¿En que aspectos se podría avanzar más? ¿Son las actuales políticas agrarias adecuadas para ello?
En las últimas décadas se han realizado progresos muy relevantes en el ámbito de la gestión de los riesgos de sustancias químicas y contaminantes ambientales, no sólo desde el punto de vista normativo, sino también gracias al desarrollo de metodologías científicas; pero todavía tenemos que avanzar más en ambos aspectos. Los científicos hemos desarrollado herramientas para poder evaluar los riesgos sanitarios y ambientales de una sustancia incluso antes de que se comercialice, y en la Unión Europea, estas herramientas se han incorporado en el marco normativo, pero el enfoque ha sido sectorial; valoramos de forma independiente cada medicamento, de uso humano o veterinario, cada plaguicida agrícola, cada biocida para control de plagas en instalaciones ganaderas, etc. Además de continuar apoyando los desarrollos científicos, yo destacaría como elemento fundamental la integración de estos avances para poder dar respuestas de base científica a las necesidades reales de los gestores, de los agricultores y ganaderos, de la industria,…, y de la sociedad en su conjunto. El reto es que las evaluaciones de riesgo puedan informar y servir de base para evaluar los impactos reales sobre la “Salud”, por supuesto integrando Salud Humana, Salud Animal, Salud Vegetal y Salud Ambiental bajo la aproximación “Una Salud o One Health”, y sobre la “Sostenibilidad” real de las actividades y actuaciones, integrando los aspectos ambientales, económicos y sociales.
Desde mi punto de vista, la actualización de las políticas agrarias es claramente necesaria, y los objetivos del Pacto Verde y de las estrategias de la UE son los adecuados. Necesitamos producir alimentos seguros y que todo el proceso de producción sea sostenible con el medio ambiente; pero esto no debe suponer dejar de producir, sino todo lo contrario, el éxito sólo se puede alcanzar apoyando a agricultores y ganaderos y al mundo rural para que la UE lidere la producción competitiva de alimentos de calidad, seguros y sostenibles.
Se han dado muchos pasos dentro del sector agrícola y ganadera hacia la protección del medio ambiente. ¿Qué pueden aportar los veterinarios a este tema?
La protección del medio ambiente es una responsabilidad común, y los veterinarios tenemos responsabilidades en diferentes ámbitos que debemos asumir y oportunidades que debemos fomentar. Como profesionales especializados, debemos tener la capacidad para predecir las consecuencias ambientales de nuestras actividades, tales como la prescripción de medicamentos veterinarios o la gestión sanitaria de explotaciones ganaderas, mantener nuestros conocimientos actualizados, e informar adecuadamente a ganaderos, agricultores, técnicos de la industria agroalimentaria, gestores políticos, etc., facilitando que tomen las decisiones adecuadas.
Debemos ser conscientes de que la identificación de impactos ambientales es compleja y multidisciplinar, facilitando la colaboración con otros profesionales, aportando la contribución de las ciencias veterinarias, y actuando de “traductores” o mejor aún “comunicadores” de los conocimientos científicos necesarios para estimar las consecuencias ambientales negativas de las actividades relacionadas con nuestro entorno profesional, identificarlas, evitarlas, y en caso que se produzcan, minimizar sus consecuencias. Cuando integramos medidas de bienestar animal en las distintas fases de producción, cuando evaluamos pautas de control de vectores que trasmiten enfermedades, cuando actuamos en ámbitos de Salud Pública o de seguridad alimentaria, siempre debemos analizar, en colaboración con otros profesionales cuando sea necesario, los posibles riesgos ambientales de estas actuaciones.
Bienestar animal, sostenibilidad ambiental…son temas claves, por ejemplo, en la nueva Política Agraria Común o en la estrategia de la “Granja a la mesa” ¿Es posible su integración o hablamos de temas independientes?
No solo es posible, sino que es imprescindible. Como decía en la respuesta a la primera pregunta, uno de los problemas fundamentales es que hemos trabajado de forma sectorial y aislada, sin buscar las interrelaciones, hasta que las consecuencias nos han “explotado” en la cara. En los años 1950-60 se utilizaron de forma masiva insecticidas organoclorados para proteger cultivos y combatir vectores. Nadie duda de que fueron eficaces, pero a costa de devastadoras consecuencias ambientales y de que cincuenta años después de su prohibición todas las personas y animales que habitamos el planeta sigamos expuestos a niveles significativos. Aliviar dolores crónicos de los animales es obviamente necesario, pero en la India y Paquistán la utilización masiva de diclorofenaco llevó a la casi extinción de las poblaciones de buitres, y esta catástrofe ambiental ocasionó graves consecuencias sanitarias por la consiguiente acumulación de cadáveres.
Necesitamos abordajes integradores, y este es el gran reto al que nos enfrentamos para implementar estas estrategias. Integrar adecuadamente los aspectos económicos, sociales y ambientales entre ellos y con otros relacionados como bienestar animal, seguridad alimentaria, y desarrollo rural no es sencillo, y para ello necesitamos buenos indicadores de sostenibilidad. Vivimos en una sociedad del conocimiento, donde el conocimiento científico es esencial. Necesitamos indicadores que nos permitan evaluar el nivel de sostenibilidad, ambiental, económica y social, de una actividad o actuación, y ligarlos a los aspectos complementarios que he mencionado antes.
Si los científicos somos capaces de desarrollar unas bases sólidas para estos indicadores, y presentarlas de forma objetiva y transparente, tendremos los pilares con los que llegar a acuerdos que puedan ser entendidos y aceptados por todas las partes. Si en lugar de este camino se apuesta por sobre-simplificaciones o indicadores basados en intereses de determinados grupos, podremos terminar con actuaciones que se presentan como “verdes”, pero que en realidad ni protegen al medio ambiente ni conducen al objetivo esperado.
Existe una creciente preocupación con la gestión de riesgos de medicamentos veterinarios, ¿Cómo se puede aplicar el concepto de One Health sobre este tema?
Ampliando nuestra visión, y considerando que además de la evaluación obvia de riesgo/beneficio para los animales a los que se prescribe el medicamento, necesitamos considerar otras consecuencias incluyendo los riesgos ambientales. El ejemplo más paradigmático es la utilización de antibióticos. La utilización conlleva unos beneficios para los animales, pero el uso masivo o inadecuado conlleva la aparición de resistencias, que no sólo suponen la anulación de estos beneficios, sino que generan un problema de sanidad animal, que se amplía a un problema de salud humana cuando la resistencia se extiende a patógenos humanos, y con posibles consecuencias graves en Salud Pública cuando las resistencias afectan significativamente nuestra capacidad terapéutica. Pero además, una parte de los antibióticos y sus metabolitos se eliminan al medio ambiente, así como las formas resistentes de los patógenos, y ya tenemos un problema global de “One Health”. Y este no es sino uno de los miles de ejemplos. La utilización de antiparasitarios cutáneos en animales de compañía es obviamente necesaria, pero debemos considerar que parte de estos medicamentos y sus residuos se acumulan en los hogares y pueden representar una exposición ambiental significativa de niños y adultos. En el caso de explotaciones ganaderas extensivas algunos antiparasitarios pueden aparecen en las heces a niveles que afectan a la microfauna encargada de descomponer los excrementos, desencadenando primero un problema ambiental que puede llevar a problemas de sanidad animal y humana cuando se acumulan excrementos conteniendo cargas importantes de patógenos; y por supuesto, la presencia de residuos de medicamentos debe ser uno de los factores a considerar para una gestión ambientalmente sostenible de purines y estiércoles.
En la UE las agencias europeas como la Agencia Europea del Medicamento (EMA), la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) o la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA), junto con las correspondientes agencias nacionales, se encargan de realizar las evaluaciones de riesgos y de desarrollar la metodología que permite a los profesionales la consideración de todos estos procesos en la práctica diaria. Obviamente esto requiere que los profesionales veterinarios adquieran una sólida base científica que incluya la evaluación de los riesgos y consideraciones ambientales durante su formación, y constantes actualizaciones una vez incorporados al mundo profesional.