En el corazón de la capital, en la icónica Puerta del Sol, el movimiento ciudadano SOS Rural llevó a cabo una manifestación simbólica, bajo el lema «Renovables sí, pero no así», para ilustrar las devastadoras consecuencias de la instalación descontrolada de macroplantas fotovoltaicas y eólicas en el campo español. La acción fue seguida de la entrega de una carta al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, dirigida a la ministra Teresa Ribera, y firmada por más de 12.000 ciudadanos preocupados. El objetivo: exigir una regulación adecuada para proteger las tierras de cultivo, un bien común en peligro debido a la proliferación masiva de instalaciones energéticas.
La preocupación por la falta de regulación
El documento entregado por SOS Rural refleja la creciente inquietud sobre la falta de un marco normativo que regule adecuadamente el uso de las tierras agrícolas para la instalación de estas macroplantas. La misiva se hace eco de la aprobación en Bruselas de la “Ley de Restauración de la Naturaleza”, una normativa europea que busca restaurar y preservar los ecosistemas naturales. Sin embargo, SOS Rural alerta de que la instalación de macroplantas en tierras fértiles supone una alteración grave e irreversible del entorno natural, un problema que, aseguran, no se está abordando en España con la urgencia que requiere.
Uno de los puntos más destacados de la carta es la advertencia sobre el riesgo que representa esta proliferación descontrolada para la soberanía alimentaria de España. La sustitución de tierras de cultivo por enormes superficies de paneles solares y parques eólicos no solo altera el paisaje y el ecosistema local, sino que amenaza directamente la capacidad del país para producir sus propios alimentos.
Impacto medioambiental de las macroplantas energéticas
En su discurso, SOS Rural subraya que no se oponen a las energías renovables, sino a la manera en que se están implementando sin una regulación efectiva. Según la organización, la construcción de macroplantas fotovoltaicas y eólicas implica una serie de actividades que alteran radicalmente el terreno, como el uso de pesticidas, movimientos de tierras, la cimentación de grandes áreas y el vallado perimetral. Todo esto contribuye al deterioro del suelo y a la desaparición de especies autóctonas de flora y fauna.
Los números son alarmantes. SOS Rural denuncia que por cada hectárea de tierra agrícola transformada en parque solar, se genera un impacto irreversible. A esto se suma la desertificación del terreno y un aumento del riesgo de incendios, ya que el calor generado por los paneles solares incrementa la temperatura del suelo.
Además, la organización alerta de que la contaminación visual causada por los parques eólicos no es el único problema de estas instalaciones. Cada año, miles de aves protegidas mueren al colisionar con las aspas de los molinos, un daño colateral que no puede ignorarse cuando se habla de proteger el medioambiente.
Soberanía alimentaria en riesgo
Uno de los mayores temores de SOS Rural es la descapitalización alimentaria que está provocando esta proliferación de macroplantas. «Estamos cambiando los paisajes y los alimentos que produce nuestra tierra por paneles solares, plástico y tornillos que esterilizan nuestro campo», asegura la organización en su carta. Este fenómeno, según SOS Rural, genera una dependencia cada vez mayor de la importación de alimentos de terceros países que no cumplen con los rigurosos estándares europeos, poniendo en una situación precaria a los agricultores españoles.
Los agricultores, tradicionalmente el alma de las zonas rurales de España, ven cómo sus tierras, antaño fértiles, se están convirtiendo en superficies inservibles para el cultivo. Además, esta situación está repercutiendo en los consumidores, que acaban siendo los «grandes perdedores», ya que se enfrentan a una mayor incertidumbre sobre la calidad y el origen de los alimentos que consumen.
Un llamado a la acción: Regulación urgente
En la carta entregada a Teresa Ribera, SOS Rural no solo hace una denuncia, sino que también ofrece propuestas. El movimiento ciudadano reclama una regulación integral que proteja las tierras de cultivo, preservando el ecosistema tradicional y evitando que las tierras fértiles se conviertan en suelo industrial. El problema es que, una vez que se instalan placas solares en un campo, ese terreno pasa de ser agrícola a ser considerado suelo industrial, lo que transforma drásticamente el paisaje rural de España.
Sin una intervención adecuada, advierte SOS Rural, España podría pasar de ser un país con dependencia energética a uno con dependencia alimentaria, un escenario que tendría consecuencias devastadoras a largo plazo.
Renovables sí, pero con cabeza
A pesar de sus críticas, SOS Rural reitera que no está en contra de las energías alternativas. «Estamos a favor de las renovables, pero no así», declaran. El movimiento insiste en que España necesita un marco regulatorio nacional que ponga fin al descontrol sobre las mega plantas fotovoltaicas y eólicas. Si bien las energías renovables son una parte esencial de la lucha contra el cambio climático, deben implementarse de manera que respeten el medio ambiente, las tierras de cultivo y las comunidades rurales.
El debate sobre las energías renovables y su impacto en el mundo rural no es nuevo, pero se está intensificando a medida que España avanza hacia una mayor transición ecológica. En este contexto, SOS Rural insta a las autoridades a actuar con celeridad, antes de que sea demasiado tarde para proteger las tierras agrícolas y garantizar un futuro sostenible para las generaciones venideras.
El desafío para el futuro
En última instancia, la carta entregada a Teresa Ribera es un recordatorio de que el desarrollo sostenible no solo implica avanzar hacia un modelo energético más limpio, sino también hacerlo de manera que se respeten los recursos naturales y se protejan los intereses de las comunidades rurales. Si no se toman medidas, España corre el riesgo de sacrificar su riqueza agrícola en nombre de la energía renovable.
Para SOS Rural, el mensaje es claro: Renovables sí, pero no así.