«La India y sus aldeas» Luis Ángel Reglero

Agronews Castilla y León

6 de diciembre de 2014

Gandhi tenía razón. La India son sus aldeas. Casi 600.000, nada menos. Para los que dicen que en Castilla y León sobran pueblos. De los cerca de 1.250 millones de habitantes de la India, más de 800 todavía viven en zonas rurales. Digo todavía por el creciente desarrollo urbano del segundo país más poblado del mundo después de la vecina China.[[{«fid»:»6779″,»view_mode»:»media_original»,»type»:»media»,»attributes»:{«height»:537,»width»:403,»style»:»width: 220px; height: 293px; border-width: 3px; border-style: solid; margin: 5px; float: right;»,»class»:»media-element file-media-original»}}]]

La fuerza laboral de la India es de algo así como 500 millones de personas. Se dice pronto. Es como toda la población de la Unión Europea. Y la mitad trabaja en el campo. Aunque el sector primario solo representa el 16 por ciento del PIB. Lo normal en economías desarrolladas es que en la agricultura, ganadería e industria agroalimentaria trabaje entre el 5 y el 7 por ciento de la población activa, no la mitad como en la India. China, que es la comparación recurrente en Asia y es la segunda economía del mundo, mientras que India es la décima, hace tiempo que decidió ir llevando toda esa gente del campo a fábricas en ciudades, aunque el cambio tardará décadas.

Pero la India todavía no ha dado ese gran paso. Afortunadamente para quienes nos gustan los pueblos. Pasear por sus aldeas es como un viaje a un pasado tampoco tan lejano para los que nacimos en un pueblo de Castilla hace cuarenta y pico años. Antes en nuestros pueblos había gente y como había gente, había todos los oficios o por lo menos venían ambulantes. Pues eso es la India rural: gente, cesteros, curtidores, panaderos con horno de leña que da a la calle, porque el tiempo lo permite, vendedores ambulantes, fruteros, verduleras, cacharreros…

La mayoría de los turistas van a sitios como el Taj Mahal, algo que no te puedes perder si vienes a este país. Pero creo modestamente que la diferencia entre turista y viajero está en mezclarte con la gente, comer lo que ellos, compartir asiento en el coche de línea. Y para eso la India ofrece una oportunidad impagable para quien le guste el mundo rural. La vivencia de pasear por un mercado callejero o subirme a un autobús para ir bajando en los pueblos. Cuesta el equivalente a unos céntimos de euro. Y hay que perder miedos como el de comer en la calle, ese pánico al picante o a las especias. Si no, no sería India.

Por añadidura, la India es un país de contrastes, de diferencias tremendas. En una parcela del Punjab pueden estar segando a hoz mientras en la de al lado pasa la cosechadora. En Cachemira, los arrozales que se pierden en la vista cerca de Srinagar contrastan con parcelicas de trigo en Leh que más parecen huertos si las comparamos con nuestra ancha Castilla. Imágenes que para nosotros casi solo quedan en blanco y negro: arando con bueyes cerca de Daramshala, llevando la caña de azúcar con carros de búfalos en Muzaffarnagar, yendo en camello al riego en Rajastán, que tiene mérito cultivar en medio de un desierto. Los ejemplos son interminables, en un país que es siete veces España. El estado de Bihar tiene la extensión de Castilla y León, pero con cien millones de habitantes.

Son datos de Asia. Y más de países como China, con más de 1.350 millones de habitantes, o como India, primer productor mundial de leche y de frutas como el mango o la banana, aunque uno no lo supiera hasta que lo leyó en Agronews, sinceramente.

Más allá de estadísticas, de templos de oro llenos de creyentes y turistas, de palacios en los que parece que todavía vive el marajá, que sí, hay que ver cuando se viene aquí de viaje, la India son sus aldeas. Y lo mejor con diferencia de este inmenso país es su gente. Sobre todo la gente de los pueblos.



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