La detección, el pasado 14 de octubre, de síntomas compatibles con el serotipo 4 del virus de la Lengua Azul en reses ovinas de una explotación de Ciudad Rodrigo (Salamanca), ha evidenciado varias cuestiones. La[[{«fid»:»34697″,»view_mode»:»media_original»,»type»:»media»,»attributes»:{«height»:410,»width»:235,»style»:»width: 235px; height: 410px; border-width: 5px; border-style: solid; margin: 5px; float: right;»,»title»:»Lorenzo Rivera, de COAG Castilla y León»,»class»:»media-element file-media-original»}}]] primera es que la Consejería de Agricultura y Ganadería ha gestionado mal el problema. Este organismo sabía que, en la vecina región de Extremadura, concretamente en la ciudad de Coria, se había detectado un foco de Lengua Azul hace poco más de un mes. Teniendo en cuenta la velocidad a la que viaja el virus, y que Coria dista de Ciudad Rodrigo 80 kilómetros, y que, además, la de Ciudad Rodrigo es una de las comarcas más ganaderas, no era descabellado pensar que terminaría saltando a nuestras explotaciones. Como así ha sucedido. Parece que la Consejería de Agricultura y Ganadería no ha estado sobrada de materia gris. Ha tenido tiempo de ir mentalizando a los ganaderos, de hacer pedagogía con ellos para cuando llegara el virus, dado que el viaje, en esta situación de sequía y de calores asfixiantes, es un camino de rosas para el mosquito. Pues bien, no lo ha hecho.
Y sin embargo, era imprescindible hacer esa pedagogía con los ganaderos. Pongámonos en su piel. Imaginemos que a estos buenos profesionales se les advierte, con un plazo previo de 12 a 24 horas, que se les va a vacunar toda la explotación. Algún profesional pudo enterarse del foco extremeño y tomar medidas a título personal, pero suponemos que la mayoría no se enteró; que estaba a lo suyo, esto es, sacando adelante su granja. La Consejería, desde aquellas fechas y desde las unidades veterinarias debería haber dicho: primero, qué podría pasar; segundo, qué consecuencias podría tener el brote; y tercero, qué soluciones habría que tomar.
Pues bien, no lo hizo. Era su responsabilidad, como competente en materia de sanidad animal y ha terminado siendo su irresponsabilidad.
Hay que comprender, por tanto, que los ganaderos hayan puesto el grito en el cielo. La Consejería sabe que lo estamos pasando mal por los enormes costes de producción que sufrimos, que están haciendo inviables muchas explotaciones (la alimentación animal está en precios históricos), por la sequía, por la escasez de materias primas que ocasiona la guerra, etcétera. Y, sobre todo, la Consejería sabe que en Salamanca tenemos un problema con el saneamiento ganadero: en el mejor de los casos genera un coste enorme y no hablemos del peor, esto es, que nos salga una res positiva
Valoramos la decisión del Ministerio, a petición de la Consejería, de flexibilizar los movimientos del ganado y que los animales puedan ir a mataderos de toda España en determinadas condiciones. Tengamos en cuenta que nos encontramos en la época de comercialización cárnica más dulce del año: la cercanía con los puentes y la navidad. ¿Qué va a pasar al tener que competir con otras zonas donde no existe nuestra problemática? ¿Habrá escasez de ganado mientras dure la vacunación? ¿Cuándo se acabe el período de vacunación, habrá un atasco de canales en el mercado, y por tanto una caída de precios?
Por último, nuestra organización exige a la Junta que, como en 2008, habilite ayudas a los ganaderos para afrontar los daños que pueda ocasionar la vacunación.
Lorenzo Rivera Coordinador de La Alianza UPA-COAG