Lo primero que quiero es dar las gracias a todos los agricultores y ganaderos de esta gran y olvidada Comunidad Autónoma, Castilla y León, que el día 30 secundaron la convocatoria conjunta de [[{«fid»:»389″,»view_mode»:»media_original»,»type»:»media»,»attributes»:{«height»:924,»width»:624,»style»:»width: 200px; height: 296px; border-width: 5px; border-style: solid; margin: 5px; float: right;»,»alt»:»Donaciano Dujo, presidente de ASAJA Castilla y León»,»title»:»Donaciano Dujo, presidente de ASAJA Castilla y León»,»class»:»media-element file-media-original»}}]]las organizaciones agrarias y se manifestaron masivamente por las calles de Valladolid. Y por supuesto gracias también a las personas del medio rural y con raíces rurales que nos apoyaron y acompañaron para pedir a las adormecidas administraciones respuestas reales, efectivas y ágiles, haciendo un frente común de protesta en un año excepcional por acumular pérdidas catastróficas en prácticamente todos los sectores agrícolas y ganaderos de la región.
Tras la manifestación, nos encontramos ya en septiembre, que marca el comienzo del año agrícola 2017-2018. Decía Delibes que “Si el cielo de Castilla es alto es porque lo habrán levantado los campesinos de tanto mirarlo”. Pues este año, más que nunca tenemos el cuello doblado de mirar arriba, con el deseo de que el verano de 2018 no se parezca nada a este que hemos padecido. Es condición de la gente del campo afrontar cada campaña con libertad y optimismo. Sin embargo, ser optimista no significa ser insensato. La situación económica de la que este septiembre parte el sector es muy precaria, empezando porque ya la cosecha de 2016, aunque buena en producción, fue muy mala en precios, por lo que la economía ya estaba resentida. Y lo mismo si nos referimos al sector ganadero, que acumula años consecutivos de crisis.
En septiembre comienza la ‘cuesta de enero’ para el sector agrícola y ganadero. Tenemos que pagar la cosechadora, hayamos cogido algo o nada; tenemos que pagar la renta a los propietarios de las tierras, rentas cuyos importes en algunos casos se han aumentado con demasiada alegría; tenemos que hacer acopio de semillas, abonos, herbicidas, carburantes, hierros… Lo mismo ocurre si hablamos de la cabaña ganadera, que no entiende si se ha cogido mucho o poco, o si está caro o barato. Hay que seguir alimentado y cuidando a los animales si queremos que den leche o que crezcan sanos. Algo que será duro de soportar para las explotaciones ganaderas, que llevan meses sufriendo por los malos pastos, que tienen qua hacer un gasto suplementario en un alimento escaso tras la mala cosecha, que incluso ha tenido que transportar agua para la cabaña. Y desde luego, tenemos también que hacer el seguro agrario porque cueste mucho o poco, sea justo o menos justo, es un soporte aunque mejorable imprescindible que nos salva de la ruina.
Todos esto gastos se avecinan para el profesional del campo. Como organización, también iniciamos un nuevo año agrícola, donde acompañaremos a nuestros socios en sus preocupaciones y necesidades. Si alguien se cree que saliendo a la calle nuestra lucha ha terminado, está muy equivocado. Aunque sabemos de la soberbia de los políticos, confiamos en que ver a tantos agricultores y ganaderos en la calle les haya hecho razonar y sean más receptivos a nuestras reivindicaciones. La interlocución con el sector no se garantiza sobre un papel, ni vendiendo fotos de reuniones y promesas vacías. La interlocución sincera pasa por llegar a acuerdos con el sector agrícola y ganadero. Y hay mucho que negociar, porque se avecina una campaña muy complicada
