De ruta por Palencia: Románico y naturaleza que te adentrarán en el paraíso

Agronews Castilla y León

18 de agosto de 2018

iglesia de san salvador cantamuda

Una buena opción para disfrutar de la belleza natural y algunos de sus recursos turísticos más valiosos de Palencia es visitar la zona norte de la provincia. Desde Palencia Turismo no podemos dejar de recomendar, tanto a los palentinos como a quienes deciden visitarnos, una ruta por la Montaña Palentina y su Románico.

Comenzaremos allí donde las piezas de arte románico se mimetizan con el paisaje y crean auténticas postales para el recuerdo. Algunas zonas del recorrido podemos disfrutarlas de la forma más sana, sostenible y económica posible; con etapas a pie o en bicicleta. Pero de esto hablaremos más tarde. Antes conozcamos las paradas obligadas de nuestro próximo viaje.

En plena Edad Media, los canteros se abrían paso por montañas cántabras, hacia una meseta castellana aún sin explotar. Estos pobladores, nómadas en un principio, decidieron asentarse y prosperar al abrigo de la tierra palentina. En los lugares milenarios en los que sus ancestros habían adorado a los dioses, comenzaban a levantarse iglesias de altas espadañas que se prepararon concienzudamente para resistir sin problemas la batalla de un frio glacial.

Arrancamos nuestro camino en la pedanía de Vallespinoso de Aguilar. Encaramada sobre unas peñas y bajo un manantial se halla la ermita de Santa Cecilia. Los mayores conocedores de este templo dicen de ella que es una “bella sorpresa para almas sensibles” y sin ninguna duda tienen toda la razón; ya que el viajero que la contempla por primera vez sufre el riesgo de quedarse boquiabierto.

Este pequeño templo románico de finales del siglo XII es uno de los baluartes de este estilo arquitectónico palentino, tanto, que allá por los años 50 ya fue declarado Monumento Histórico Artístico de Carácter Nacional. No es solo su equilibrio arquitectónico o el magnífico paisaje que lo acompaña, sino también los relieves de su puerta, del arco triunfal y de las arquerías del presbiterio lo que le han llevado a ser tan agasajado.

A pocos kilómetros de allí en dirección norte, llegamos a Barrio de Santa María. ¡Quién nos iba a decir que un lugar tan recogido iba a contar con una pieza tan interesante! La ermita de Santa Eulalia se alza retrepada a un pequeño altozano, donde las vistas se tornan como un fotograma inolvidable. Con una exquisita realización y cuidadas proporciones, este reducido templo tiene un perfecto estado de conservación. El paso del tiempo no ha hecho mella en el tallado de sus capiteles, que a pesar de su sencilla hechura nos evocan ya al estilo del claustro de San Andrés del Arroyo (Santibáñez de Ecla).

Merece la pena desviarse varios kilómetros hacia el norte para poder disfrutar de un auténtico placer para los sentidos, la localidad de San Salvador de Cantamuda. Su “colegiata” es una auténtica joya del románico por su armonía entre lo bello y lo robusto. Su espadaña cargada de campanas, completa una estampa de montañas y verdes prados totalmente idílica.

Es hora de continuar nuestro camino y lo haremos hacia Villanueva de la Torre. Allí nos espera un templo que destaca por su extraordinaria ventana del ábside y los soberbios capiteles del arco triunfal. Las escenas bíblicas llegan a tal detallismo en su labra que parece que pueden cobrar vida en cualquier momento. Lo mismo ocurre en el templo de San Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán; nuestra siguiente parada en el corazón de la comarca minera.

Tiene una de las portadas más bellas del románico, en la que se puede ver con todo lujo de detalles la Última Cena tallada en piedra. A pesar de esto, su modesta forma, no nos hace sospechar del auténtico tesoro que oculta detrás de sus muros. Si son excepcionales las obras firmadas en el románico, lo son mucho menos aún aquellas en las que su autor aparece retratado. Pues esto ocurre en Revilla de Santullán. Como si de un muro de Facebook se tratara, os invitamos a encontrar entre sus ornamentos la frase “Micaelis me feci” al lado del “selfie” del autor.

Si continuamos con nuestro descenso por la comarca, Cillamayor será nuestra siguiente parada. Al pie de la carretera encontramos un grueso edificio puramente románico, que cuenta con un eslabón arquitectónico en el muro norte que se resiste a ser identificado. Si hay algo que no nos podemos perder de este templo es su pila bautismal, de gran carga simbólica. Hace relativamente poco que esta pieza ha vuelto al lugar para el que se hizo, pero la inscripción 'Pedro de Cilla me fiz´ en uno de sus grabados, nos hace pensar que no podía estar en un lugar mejor que en casa.

Próxima parada: Villavega de Aguilar y la Iglesia de San Juan Bautista (s.XII). El silencio y el canto de los pájaros nos dirigen hacia un templo que aún conserva su estructura de fábrica románica a pesar del paso de los años. Rodeada de casas austeras, construidas siguiendo el estilo de la zona, destaca su ábside semicircular y los ornamentados capiteles que nos narran la historia de la cacería de un oso o el enfrentamiento entre caballeros y animales fantásticos.

Nuestro siguiente hito románico se encuentra en Matalbaniega. Su parroquia, San Martín Obispo se alza sobre un cerro que nos deja ver a lo lejos la maravillosa estampa de la Montaña Palentina. Algo que no se os puede olvidar y más en lugares como estos, es la cámara de fotos.

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Y llegamos al campamento base de nuestra inolvidable aventura por los bellos paisajes de la provincia, Aguilar de Campoo. Parada imprescindible para aquellos que pretenden bucear en el arte románico, esta localidad acoge en su antiguo Monasterio de Santa María la Real el Centro de Estudios del Románico.

Asentada en la ladera sureste del castillo, encontraremos la iglesia de Santa Cecilia. Esta encantadora ermita se convierte en una de las más elegantes y excepcionales de la provincia ya que sustituye la tradicional espadaña por una monumental torre del siglo XII. Pero si hay algo que deja con la boca abierta a sus visitantes es la riqueza iconográfica de sus capiteles; entre los que destaca la minuciosidad de La matanza de los inocentes.

Todo esto ha convertido a una antigua ciudad industrial dedicada a la galleta, en el epicentro cultural de lo que se conoce como `País Románico´ y que en 2018 se convierte en visita obligada con Las Edades del Hombre: “Mons Dei”. ¿Te lo vas a perder?De ruta por Palencia: Románico y naturaleza que te adentrarán en el paraíso

Una buena opción para disfrutar de la belleza natural y algunos de sus recursos turísticos más valiosos de Palencia es visitar la zona norte de la provincia. Desde Palencia Turismo no podemos dejar de recomendar, tanto a los palentinos como a quienes deciden visitarnos, una ruta por la Montaña Palentina y su Románico.

Comenzaremos allí donde las piezas de arte románico se mimetizan con el paisaje y crean auténticas postales para el recuerdo. Algunas zonas del recorrido podemos disfrutarlas de la forma más sana, sostenible y económica posible; con etapas a pie o en bicicleta. Pero de esto hablaremos más tarde. Antes conozcamos las paradas obligadas de nuestro próximo viaje.

En plena Edad Media, los canteros se abrían paso por montañas cántabras, hacia una meseta castellana aún sin explotar. Estos pobladores, nómadas en un principio, decidieron asentarse y prosperar al abrigo de la tierra palentina. En los lugares milenarios en los que sus ancestros habían adorado a los dioses, comenzaban a levantarse iglesias de altas espadañas que se prepararon concienzudamente para resistir sin problemas la batalla de un frio glacial.

Este pequeño templo románico de finales del siglo XII es uno de los baluartes de este estilo arquitectónico palentino, tanto, que allá por los años 50 ya fue declarado Monumento Histórico Artístico de Carácter Nacional. No es solo su equilibrio arquitectónico o el magnífico paisaje que lo acompaña, sino también los relieves de su puerta, del arco triunfal y de las arquerías del presbiterio lo que le han llevado a ser tan agasajado.Arrancamos nuestro camino en la pedanía de Vallespinoso de Aguilar. Encaramada sobre unas peñas y bajo un manantial se halla la ermita de Santa Cecilia. Los mayores conocedores de este templo dicen de ella que es una “bella sorpresa para almas sensibles” y sin ninguna duda tienen toda la razón; ya que el viajero que la contempla por primera vez sufre el riesgo de quedarse boquiabierto.

A pocos kilómetros de allí en dirección norte, llegamos a Barrio de Santa María. ¡Quién nos iba a decir que un lugar tan recogido iba a contar con una pieza tan interesante! La ermita de Santa Eulalia se alza retrepada a un pequeño altozano, donde las vistas se tornan como un fotograma inolvidable. Con una exquisita realización y cuidadas proporciones, este reducido templo tiene un perfecto estado de conservación. El paso del tiempo no ha hecho mella en el tallado de sus capiteles, que a pesar de su sencilla hechura nos evocan ya al estilo del claustro de San Andrés del Arroyo (Santibáñez de Ecla).

Merece la pena desviarse varios kilómetros hacia el norte para poder disfrutar de un auténtico placer para los sentidos, la localidad de San Salvador de Cantamuda. Su “colegiata” es una auténtica joya del románico por su armonía entre lo bello y lo robusto. Su espadaña cargada de campanas, completa una estampa de montañas y verdes prados totalmente idílica.

Es hora de continuar nuestro camino y lo haremos hacia Villanueva de la Torre. Allí nos espera un templo que destaca por su extraordinaria ventana del ábside y los soberbios capiteles del arco triunfal. Las escenas bíblicas llegan a tal detallismo en su labra que parece que pueden cobrar vida en cualquier momento. Lo mismo ocurre en el templo de San Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán; nuestra siguiente parada en el corazón de la comarca minera.

Tiene una de las portadas más bellas del románico, en la que se puede ver con todo lujo de detalles la Última Cena tallada en piedra. A pesar de esto, su modesta forma, no nos hace sospechar del auténtico tesoro que oculta detrás de sus muros. Si son excepcionales las obras firmadas en el románico, lo son mucho menos aún aquellas en las que su autor aparece retratado. Pues esto ocurre en Revilla de Santullán. Como si de un muro de Facebook se tratara, os invitamos a encontrar entre sus ornamentos la frase “Micaelis me feci” al lado del “selfie” del autor.

Si continuamos con nuestro descenso por la comarca, Cillamayor será nuestra siguiente parada. Al pie de la carretera encontramos un grueso edificio puramente [[{«fid»:»41678″,»view_mode»:»media_original»,»type»:»media»,»attributes»:{«height»:1000,»width»:1504,»style»:»width: 450px; height: 299px; border-width: 5px; border-style: solid; margin: 5px; float: right;»,»class»:»media-element file-media-original»}}]]románico, que cuenta con un eslabón arquitectónico en el muro norte que se resiste a ser identificado. Si hay algo que no nos podemos perder de este templo es su pila bautismal, de gran carga simbólica. Hace relativamente poco que esta pieza ha vuelto al lugar para el que se hizo, pero la inscripción 'Pedro de Cilla me fiz´ en uno de sus grabados, nos hace pensar que no podía estar en un lugar mejor que en casa.

Próxima parada: Villavega de Aguilar y la Iglesia de San Juan Bautista (s.XII). El silencio y el canto de los pájaros nos dirigen hacia un templo que aún conserva su estructura de fábrica románica a pesar del paso de los años. Rodeada de casas austeras, construidas siguiendo el estilo de la zona, destaca su ábside semicircular y los ornamentados capiteles que nos narran la historia de la cacería de un oso o el enfrentamiento entre caballeros y animales fantásticos.

Nuestro siguiente hito románico se encuentra en Matalbaniega. Su parroquia, San Martín Obispo se alza sobre un cerro que nos deja ver a lo lejos la maravillosa estampa de la Montaña Palentina. Algo que no se os puede olvidar y más en lugares como estos, es la cámara de fotos.

Si algo destaca de esta joya del románico es, sin duda, su conjunto de capiteles y canecillos, que la sitúan entre los siglos XII y XIII. Seres fantásticos, motivos geométricos, antropomorfos o incluso eróticos, decoran ventanas, capiteles y cornisas. Mirar hacia arriba es condición sine qua non para disfrutar de todo su esplendor.

Y llegamos al campamento base de nuestra inolvidable aventura por los bellos paisajes de la provincia, Aguilar de Campoo. Parada imprescindible para aquellos que pretenden bucear en el arte románico, esta localidad acoge en su antiguo Monasterio de Santa María la Real el Centro de Estudios del Románico.

Asentada en la ladera sureste del castillo, encontraremos la iglesia de Santa Cecilia. Esta encantadora ermita se convierte en una de las más elegantes y excepcionales de la provincia ya que sustituye la tradicional espadaña por una monumental torre del siglo XII. Pero si hay algo que deja con la boca abierta a sus visitantes es la riqueza iconográfica de sus capiteles; entre los que destaca la minuciosidad de La matanza de los inocentes.

Todo esto ha convertido a una antigua ciudad industrial dedicada a la galleta, en el epicentro cultural de lo que se conoce como `País Románico´ y que en 2018 se convierte en visita obligada con Las Edades del Hombre: “Mons Dei”. ¿Te lo vas a perder?



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