
«Tenemos que dar a conocer al consumidor el trabajo que se está haciendo para minimizar la incidencia medioambiental de la actividad ganadea». Ésta puede ser una de las principales reflexiones que se puede «entresacar» de la reciente intervención de Manuel Laínez Andrés, en el III Congreso Internacional de Sanidad y Bienestar Animal promovido por la Organización Colegial Veterinaria (OCV), que se está celebrando desde el 14 de noviembre y hasta el 16 en la localidad madrileña de San Lorenzo del Escorial.
Veterinario por la Universidad de Zaragoza, doctor ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Valencia, Manuel Laínez Andrés es, además, diplomado en Seguridad Alimentaria por la Escuela Valenciana de Salud Pública.
Funcionario de la Generalidad Valenciana en excedencia. Ha dirigido el Instituto Nacional de Investigación Agraria y Tecnología Agroalimentaria durante 6 años, la dirección general de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de la Comunidad Valenciana durante 4 años y el Centro de Investigación y Tecnología Animal del IVIA.
Además, ha sido profesor Asociado de la UPV durante 10 años, trabajando, además, como como consultor independiente en el ámbito de la innovación agroalimentaria colaborando con las interprofesionales ganaderas en el ámbito de la sostenibilidad ambiental
En la actualidad dirige el área de innovación y desarrollo agroalimentario de Cajamar y la Fundación Grupo Cajamar.
¿Cuáles son los principales impactos de la ganadería en España, y cómo se comparan con los de otros sectores agrícolas?
La ganadería impacta en el medio ambiente de dos formas, fundamentalmente. La primera es el consumo de recursos asociados a la propia actividad.
Es evidente que hay un uso de suelo derivado de la producción de las materias primas que se utilizan en la alimentación, ya sea en forma de piensos en la granja o de pastos y forrajes, a diente o en pesebre. Además, hay un evidente consumo de agua, como parte de la alimentación, o el agua y fertilizantes que se precisan para el crecimiento de los pastos o la obtención de las materias primas, así como de combustibles, tanto en la producción agrícola necesaria para obtener los piensos como en el proceso productivo en la granja.
Hay una consecuencia ambiental derivada de la propia actividad en la granja como es la emisión de gases efecto invernadero, muy especialmente de metano fruto de la digestión de los animales, sobre todo de los rumiantes. Aunque no se puede olvidar la consecuencia ambiental que tiene el almacenamiento de estiércoles o purines o el ácido nitroso que se libera en el manejo y aplicación de estos en el campo.
Junto a esto, podemos hablar de la eutrofización del agua, la presencia de nitratos tanto en las aguas superficiales como en las subterráneas como consecuencia de la propia actividad ganadera y agrícola. O la acidificación de la atmósfera que se produce por la emisión de amoniaco en granja o en el proceso de gestión de las deyecciones.
¿Qué papel juega la ganadería intensiva en las emisiones de gases de efecto invernadero en España?
Las emisiones de gases de efecto invernadero por la ganadería intensiva se produce en granja, en el propio proceso de fermentación digestiva o ruminal, así como en el manejo y gestión de estiércoles y purines. También están asociadas al consumo energético en la explotación. Si nos fijamos en los inventarios que se publican anualmente, podríamos estimar que, si la ganadería contribuye con un 9,5% a las emisiones de estos, la producción intensiva podría representar la mitad.
No obstante, no podemos olvidar que, cuando se considera el análisis del ciclo de vida completo, hay que considerar también las materias primas importadas que proceden de zonas consideradas deforestadas en los últimos veinte años. Y, aunque hay soja que viene certificada como libre de deforestación, se suele considerar que toda la que procede de Brasil no cumple con esa condición, cosa que no es cierta. No es lo mismo con la que procede de Argentina o Estados Unidos.
¿De qué manera afecta la ganadería a los recursos hídricos en las regiones con mayor producción ganadera?
Los consumos de agua en las granjas para la alimentación de los animales, o la que se emplea en la limpieza, se pueden calificar de escasos. De hecho, cuando se considera la huella hídrica, esta representa en torno a un 4 o 5%.
La razón por la que se consideran consumos muy elevados en huella hídrica es porque, cuando hablamos consumos de agua por la ganadería, se habla de tres tipos de aguas:
- El agua verde que es el que cae de forma natural sobre las superficies agrícolas en las que se producen materias primas, pastos o cultivos forrajeros, estimándose que toda va destinada a la producción ganadera.
- El agua azul que es la que entra en la granja para ser empleada en la misma para los procesos productivos
- El agua gris que se emplea para diluir los residuos que se generan en la granja.
Es evidente que si se tienen en cuenta esos tres conceptos la huella hídrica de cada una de nuestras granjas es mucho más elevada de la que se usa para el consumo de los animales.
¿Cuál es la diferencia en el impacto ambiental entre la ganadería extensiva y la intensiva?
La ganadería extensiva se asocia más a rumiantes, aunque aquí tenemos a todo el sector del porcino ibérico que se puede incluir también en esta categoría.
Como ya hemos comentado el impacto ambiental de los rumiantes es elevado por el tipo de digestión que tienen y las emisiones de metano que producen que se producen de forma natural, aunque varían en función de la calidad de los ingredientes que integran la dieta de los animales. Cuanto mejor es su calidad, menos emisiones se producen. Ese es el mayor impacto de la ganadería extensiva al liberar esos gases de efecto invernadero y la incidencia de estos en el cambio climático. A partir de ahí, los gases generados por el manejo de las deyecciones son similar en todos tipos de especies ganaderas y dependerá de como se gestionan los purines o los estiércoles.
Sin embargo, debemos tener en cuenta también la capacidad de secuestrar carbono que tiene esa ganadería extensiva que aprovecha directamente los pastos, como consecuencia de las deyecciones que se depositan directamente en el suelo, cuyo carbono se queda retenido en el suelo. No obstante, también el uso de los purines y, especialmente, los estiércoles de granjas usados como fertilizantes también pasan a formar parte de ese carbono secuestrado en el suelo.
¿Qué medidas están adoptando las granjas y explotaciones ganaderas en España para reducir su impacto ambiental?
La primera gran medida que se está aplicando es la buscada de la mayor eficiencia productiva posible. Cuanto más eficiente es el proceso productivo en la granja menos materias primas necesitará para obtener un kilo de carne o un litro de leche. Además, la mejora el bienestar animal, o la estrategia de control de enfermedades, mejora igualmente la eficiencia. Una mejor situación sanitaria o de bienestar supone menos impactos ambientales por producto final.
En las granjas de porcino, en el vacuno de leche o en la avicultura se está haciendo un gran esfuerzo en la mejor gestión posible de los estiércoles y los purines, como el vaciado frecuente de fosas, la cubrición de balsas y estercoleros o la fermentación anaerobia para la producción de biogás.
¿Cómo valoran los consumidores la mitigación del impacto ambiental de la ganadería?
Considero que, en líneas generales, el consumidor conoce poco el esfuerzo que el sector ganadero esta haciendo para mejorar la sostenibilidad ambiental de las granjas. Aunque ahora, desde la interprofesionales y otras agrupaciones se está tratando de llevar a cabo una labor divulgadora de esos esfuerzos, lo cierto es que hay mucha desinformación al respecto, incluso siguen llegando noticias de justo la situación contraria.