COAG denuncia que la nueva PAC nace muerta y exige otra para no arruinar a agricultores y a consumidores como pronostican cuatro estudios internacionales

Agronews Castilla y León

28 de octubre de 2021

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La nueva reforma de la PAC todavía no ha entrado en vigor y ya es papel mojado. La sexta revisión de la normativa que regula las ayudas a la actividad agropecuaria comunitaria comenzará a aplicarse en 2023 y hoy, cuando todavía faltan 14 meses para el acontecimiento, los sucesos económicos y sociales ya la han superado por todos los flancos. O sea: nacerá obsoleta, ineficaz y ajena a la realidad que vive el campo. Y a una distancia abisal de las soluciones que tal actividad requiere.

José Luis Miguel, secretario técnico de COAG nacional, es uno de los mayores conocedores de la PAC en España. Sostiene sin rubor que “esta reforma de la PAC nace muerta porque no responde a la realidad económica y social del campo. Y porque deja al modelo social y familiar completamente a su suerte, que es el que realmente corre peligro de desaparecer, el que respeta el medio ambiente y el que fija población en el medio rural”.

Y todo esto en qué se va a traducir. “En que puede haber una subida salvaje de precios en los lineales”, afirma Miguel, “coadyuvado por otros factores como la pandemia o la subida del precio de las materias primas”. Y coincide con todos los estudios sobre este asunto. El precio de los alimentos que adquiere directamente el consumidor en los supermercados puede experimentar en 2022 una carrera alcista parecida a la que hoy está sufriendo la energía eléctrica.

Por todo ello, COAG no cejará en defender que o se paraliza la nueva PAC hasta que se hayan solucionado estos problemas previamente o se renegocia una nueva, distinta a la acordada. Bruselas ha de ser consciente de que el modelo social y familiar de agricultura está en peligro de desaparición a la sombra de las grandes agroempresas que desarrollan una agricultura industrial y son grandes emisoras de Co2. La PAC descansa también sobre un pilar fundamental que es la preservación del medio rural, pero incomprensiblemente quiere expulsar de los pueblos a la única economía que puede acabar con el problema, que es la generada por la agricultura y la ganadería.

COAG teme, y todos los estudios lo confirman, que esta reforma de la PAC puede generar en la Unión Europea las mismas consecuencias económicamente perversas que está generando el Brexit en Gran Bretaña. Porque nace desde el mismo origen: es una directiva política que se diseña sin tener en cuenta las consecuencias económicas y sociales.

COAG ha podido constatar a pie de campo que los precios de las materias que impulsan la actividad agropecuaria (al igual que la de otros sectores) comienzan a estar completamente descontrolados. Los de los fertilizantes y abonos, productos que garantizan las cosechas, no paran de subir y lo seguirán haciendo durante los próximos meses, dicen los expertos. Los nitrogenados han triplicado sus costes desde 2020, al pasar de 200 a 600€ por tonelada; los precios de los complejos se han doblado en el mismo periodo, desde 250 a 500€; La urea ha escalado hasta los 800€ desde los 260 del año pasado. Y lo mismo ocurre con los costes energéticos. Los fitosanitarios han subido un 10 por ciento y siguen en escala alcista; la mano de obra del campo también se ha disparado este año, ha pasado a 12 euros la hora cuando otros años apenas llegaba a 10.

El reverso de la moneda es que también el precio de las producciones agrarias se ha desquiciado sin lógica ni control. Mientras el cereal ha subido un cien por cien y el girasol está a 600€ la tonelada, precio nunca visto, dado que siempre ha estado a 400, las patatas, la leche y la carne no levantan cabeza. Lo perverso de todo ello, es que se han encarecido principalmente las producciones que son materias primas también para piensos, (han subido un 60 por ciento) con lo cual los ganaderos sufrirán las gravísimas consecuencias. De hecho, están atravesando una crisis sin precedentes.

Y en medio de este tsunami, cuando el campo barrunta que se acerca una de las tormentas más devastadoras de toda su historia, en forma de costes de insumos imposibles de amortizar, mercados desnaturalizados por los efectos de la pandemia o precios percibidos de la industria y de la distribución que rozan la usura, llega una reforma de la PAC que silba mirando al cielo. Como si la cosa no fuera con ella.

Y la cuestión se agrava cuando los problemas nacen de su propio seno. Cuatro informes de otros tantos organismos internacionales solventes coinciden en afirmar que esta PAC va a generar serias consecuencias económicas sobre los consumidores y los agricultores.

Un estudio del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos -USDA- asegura que las medidas relativas al Pacto Verde ocasionarán un descenso de la productividad agraria de un 12 por ciento en la Unión Europea y que los ingresos de las explotaciones caerán un 16 debido a la reducción de tierra arable, fitosanitarios, fertilizantes y antimicrobianos que imponen las estrategias 'De la Granja a la Mesa' y 'Biodiversidad 2030'. El organismo americano alerta asimismo de un incremento del precio de los alimentos en los lineales de 131 euros anuales per cápita y de una caída del PIB europeo de 61.000 millones de euros. El estudio del USDA concluye con un oscuro augurio: esta reforma de la PAC podría llevar la inseguridad alimentaria a 22 millones de personas en la Unión Europea.

Por su parte, el Centro Común de Investigación de la U.E. (Joint Research Centre) concluye tras estudiar las medidas de las estrategias mencionadas que éstas conducirán a una externalización de la producción agrícola europea y que las emisiones no se reducirán porque se producirán en los países que produzcan esos cultivos.

La universidad alemana de KIEL afirma, tras analizar los preceptos de la PAC, que la Unión Europea podría convertirse en un importador neto de alimentos, hecho que, lógicamente, derrumbaría toda la gloria que el continente alcanzó al autoabastecerse durante los perores meses de la crisis sanitaria de la Covid. El estudio concluye que la producción de carne de vacuno sufriría una bajada de un 20 por ciento y la de porcino caerá también un 17 por ciento de media.

La Universidad de Investigación de Wageningen (WUR), en Países Bajos, pronostica una caída productiva global de entre un 10 y un 20 por ciento en toda la Unión Europea, que llegaría hasta el 30 por ciento en determinados cultivos. Y en lo referente a la producción cárnica augura un desplome productivo en vacuno, porcino y lácteos, que revertirá en un aumento de precios a los consumidores y una caída de ingresos de los ganaderos.

Según un análisis de AEPLA, la asociación para la protección de las plantas, “cada uno de estos estudios, utilizando diferentes metodologías, con diferentes enfoques y limitaciones, se complementan entre sí (…) y llegan a las mismas conclusiones. La producción agrícola de la UE disminuirá drásticamente”. Y sigue: “Los datos apuntan claramente a un fuerte impacto en el comercio, en los ingresos de los agricultores y, en última instancia, en los precios al consumidor”. Y continúa: “nuestros socios comerciales ya están hablando de cómo llenar el vacío de producción que dejará Europa”. Y termina: “Es hora de que la Comisión Europea lleve a cabo una evaluación de impacto de manera integral de la Estrategia de la Granja a la Mesa, la fecha límite marcada está cada vez más cerca”.

Por su parte, Bruselas se defiende tímidamente de esta avalancha de informes sesudos que la desacreditan y explica que “los modelos utilizados en todos los estudios no tienen en cuenta los cambios del lado de la demanda o las nuevas iniciativas legislativas de la nueva Política Agrícola Común. Por lo tanto, sólo abarcan unos pocos elementos y deben tratarse con precaución.



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