Y un jamón.

una cerda iberica y sus crias en una finca salmantina 2

No se ve precisamente contento a todo el mundo en esta tierra por la nueva norma del ibérico. Incluso ya se plantea recurrirla desde Castilla y León. Quedó muy bien el otro día cuando se presentó en el Consejo de Ministros, bromitas incluidas. Lo de los colorines que tendrán que llevar los jamones a partir de ahora llamó la atención de la opinión pública en general, cuando salió en las noticias.

Pero la cosa no se queda solo en la anécdota de las etiquetas de color. Es mucho más profunda y en nuestra tierra, en especial en Salamanca, puede tener consecuencias, y serias. Cuando uno ve en las encuestas que el ministro de Agricultura es el más valorado por la opinión pública, se pregunta cómo serán los demás.

Porque esta norma, y ya lo ha advertido algún político en Salamanca, huele a contentar algunos, de algo más abajo de Guijuelo, a costa de fastidiar a los de casi siempre. ¿Cuánta gente compra pata negra? No creo que mucha en un país con cinco millones de parados en el que miles y miles de familias dependen de entidades benéficas para comer cada día. ¿Entonces, tan necesario es defender la calidad de unos pocos frente a los intereses generales de muchos?

Aquí en Castilla y León se produce lo que la gente compra, porque le gusta y puede pagarlo: ibérico de cruce en su mayoría. Pero las etiquetas de colorines y el tamaño de las letras que incluirán pueden generar al consumidor una imagen de que lo nuestro es de peor calidad.

Por resumir lo que esta norma, que se supone que es para aclarar, no consigue hacer en las 16 páginas que ocupa en el BOE: precinto negro para el cien por cien ibérico de bellota, rojo para el ibérico de bellota, verde para cebo de campo ibérico y blanco para cebo ibérico. Esperemos que esto no termine a jamonazos, como en la película.

Blog de Luis Ángel Reglero

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