Los topillos vienen.

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Los topillos van, por el arrabal. Como dice la canción, pero con los novillos. En realidad, los topillos están siempre ahí y desde hace cosa de treinta años nos lo recuerdan con repuntes de población, que no son plagas. Lo dice un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el que ha participado la Universidad de Valladolid, y que es de rango internacional. Con rigor científico, no como esos que veían como tiraban topillos en paracaídas, se supone que para alimentar rapaces, allá por el otoño de 2007, cuando entonces sí que fueron plaga.

Entonces, haciendo algo de memoria, era uno de esos años en que repunta la población. Concretamente cada cinco, como explica con datos científicos el estudio en el que ha participado la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias del campus de Palencia. El invierno de ese año fue menos frío de lo habitual y los topillos no se murieron como era de esperar. Esto último lo recuerda un servidor, que no es hombre de ciencia.

Como había demasiados topillos, se decidió entre otras cosas usar veneno, en provincias como Palencia. Pero grupos ecologistas lo denunciaron, un juzgado de Valladolid admitió la denuncia y dos consejeros de la Junta decidieron parar el veneno. Por cierto, su eficacia no está constatada científicamente, ni a favor ni en contra de que fuera efectivo, pero sí está demostrado que perjudicó a otras especies.

Resultado: entre la primavera y el verano los malditos roedores eran ya millones y hubo agricultores que no daban crédito con fueron a cosechar. Se encontraron con que se habían comido la cosecha. El resto de la historia la sabemos todos. Con un final que incluyó de nuevo el uso de veneno, aunque otro distinto, el empleo de arados en profundidad o las quemas controladas, entre otras medidas.

Quemas controladas que se prevén repetir ahora en provincias como Ávila, Segovia o Salamanca, a modo de prueba en septiembre por si es necesario generalizarlas en octubre. Hay organizaciones agrarias que apoyan esta medida, pero a la vez proponen otras como el control biológico. Tan sencillo como poner cajas nido de madera sobre postes entre los cultivos. Empezaron organizaciones ecologistas como GREFA en pueblos como Villalar de los Comuneros, en Valladolid, y al principio mucha gente era reacia.

Cuando se ha visto su eficacia, agricultores de otros pueblos han pedido que se pongan estos nidos para que las rapaces se encarguen de los topillos. Pues cómo se tengan que encargar otra vez algunos políticos, menuda plaga.

Blog de Luis Ángel Reglero

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