El habla de nuestros abuelos.

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Un verano en la oficina se me ocurrió decir algo así: "al segar el cereal, los topillos se refugian en los maraños, pero en la legumbre metemos el picador y no tienen escapatoria cuando vienen los aguiluchos". Se me quedaron mirando como un bicho raro, porque no habían entendido nada.

 Los maraños son las hileras de paja que deja la cosechadora, pero cuando se activa el picador en esta máquina, la paja sale ya picada, troceada, y se esparce en la tierra, como sabe la gente del campo.

Un servidor no dice a propósito, sino adrede. Utiliza palabras como de remate, tempero, pacas o gazapo, y en este último caso no para referirse a una errata. Palabras que cada vez escasean más, porque quedan pocos genios como Delibes que las mantengan vivas.

Porque son de pueblo o más propias de gente mayor, pero en los muchos pueblos cada vez queda menos gente; ni siquiera los jubilados.

"Vele ahí viene tu tío Cayo calle abajo. Coña, se ha calao la boina, ¡va a ser gorda!", decía mi abuela, que utilizaba expresiones como "di quiá un poco", que no he vuelto a escuchar.

Soy conscientes de que estamos en estos tiempos de globalización, nuevas tecnologías, redes sociales y lo que esté por venir. Pero creo sinceramente que no deberíamos olvidarnos de quiénes somos y de dónde venimos, porque es esencial para que sepamos a dónde ir.

Blog de Luis Ángel Reglero

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