Seguros o acordarse de Santa Bárbara cuando truena

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La campaña agrícola de 2017 será recordada, especialmente en Castilla y León, como una de las más secas de las últimas décadas. Simplemente desastrosa para los cereales de secano, las leguminosas y los forrajes y muy mala para los regadíos, apareciendo ya las denominadas “guerras del agua” entre regantes de diferentes provincias y comarcas. Además, a la falta de agua se ha unido la aparición de tormentas, pedriscos y fuertes calores que han generado una “tormenta perfecta” que va a provocar millones de pérdidas en el sector agrario castellanoleonés con lo que esto supone para la economía regional.

Esta situación ha hecho que se haya tenido que echar mano de una de esas herramientas que considero van a ser vitales en el futuro productivo del sector agrario, los seguros, a los que sumo, siempre, los contratos… que serán los ejes fundamentales sobre los que girará esta actividad en muy poco tiempo.

Y, precisamente esa necesidad, ha provoca que se descubran muchas “realidades” del sector agrario. La principal es el escaso nivel de aseguramiento general que apenas llega al 50% con diferencias enormes por provincias en la región que van del 80% de Soria al 20% de otras como Ávila, sin que nadie sea capaz de explicar con claridad y contundencias estas diferencias.

Esta situación obliga a una reflexión profunda a las Administraciones sobre las razones de esta escaso atractivo que los seguros, en general, tienen para agricultores y ganaderos cuando, en muchos casos como es este del cereal, los precios de las pólizas de seguro no son excesivas, por lo que hay que buscar otras razones. Quizás esa reflexión de “esto hace 25 años que no pasaba” que se escucha en boca de muchos profesionales del sector agrario sirve para explicar esa conciencia de que el “gasto del seguro” es un “gasto eliminable” y, por tanto, es en esa mentalidad la que debe cambiarse, evolucionando hacia otro concepto, el del “seguro como una herramienta más de la explotación agraria”, una inversión que ofrece estabilidad y tranquilidad al agricultor o el ganadero.

Luego es evidente que los seguros tienen que evolucionar, tienen que mejorar, adaptándose a la realidad del sector en el Siglo XXI. Aquí, no parece de recibo aunque sólo se trate de un detalle mínimo, por mucho que aparezca en el condicionado del seguro que en una campaña como la actual se esté descontando esos ya famosos 250 kilos por hectárea por el no uso de la cosechadora.. o quizás haya que preocuparse de pagar las ayudas de la Administración a los seguros en tiempo y forma, haciendo, además, evidenciando ese apoyo haciendo que se muestre en el momento de realizar la póliza y no hasta dos años después… cuando casi ya nadie se acuerda de esa ayuda…

Por último, ahora es fácil criticar a los agricultores y ganaderos por no suscribir esos seguros pero cuantos ciudadanos tendría seguro en el coche si no fuese obligatorio o en sus casas si no fuesen “animados” por las entidades bancarias a la hora de suscribir una hipoteca… es evidente que esa mentalidad de no suscribir seguros no es algo propio y exclusivo del sector agrario, sino algo muy extendido en el ADN de nuestra sociedad… y es que al final todos nos acordamos de los seguros como de Santa Bárbara… sólo cuando truena…

Blog de José Ignacio Falces

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