Protección y durabilidad de las estructuras de las edificaciones.

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Cuando construimos una edificación lo hacemos para que se mantenga estable en el tiempo durante el mayor tiempo posible, pero se va a ver sometida a condiciones ambientales o del proceso que se realice en su interior que la van a deteriorar, influyendo en su durabilidad.

Esta circunstancia, entre otras muchas, va a condicionarnos a la hora del diseño de la misma.

Las formas más habituales de realizar estructuras son:

– Estructuras de fábrica (ladrillo, bloques de hormigón…, para pequeñas dimensiones)

– Estructuras metálicas

– Estructuras de hormigón

– Estructuras de madera (poco usadas en España)

 

Por su utilización, nos centramos en las estructuras metálicas y en las estructuras de hormigón, y abordando el tema de la protección de las mismas, se puede observar que:

– las ESTRUCTURAS DE HORMIGÓN están recubiertas por su cara exterior por hormigón, que protege al interior de la misma, por lo que por sí mismas se consigue un adecuado comportamiento frente a agentes externos y presentan una larga durabilidad  (lo único que hay que asegurar es un adecuado recubrimiento de las armaduras del hormigón)

– las ESTRUCTURAS METÁLICAS, generalmente construidas con aceros por sus buenas prestaciones mecánicas. El acero reacciona con el oxígeno ambiental, produciéndose el fenómeno de la oxidación de las mismas. Este efecto causa un hinchamiento en volumen y una pérdida de masa efectiva de trabajo, poniendo en riesgo el buen funcionamiento estructural. Para evitar esto se recurre a la protección de ellas, siendo actualmente los más utilizados el recubrimiento mediante una pintura (minio que contiene óxido de hierro, o con componentes como el silicato de sodio que inhibe la corrosión) o mediante galvanizado (depósito superficial de una capa de Zn).

Ingeniería Fraile

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