Voto urbano, voto rural

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No son pocas las ocasiones en que me he referido, ya desde la primera de mis humildes colaboraciones en Agronews, al desprecio que sufre el medio rural por parte de tantos y tantos sectores de la sociedad. Cuando hablo de desprecio, no me refiero a condiciones de trabajo, niveles de renta o subidas y bajadas de precio; no, me refiero a algo nada sutil, que se expresa reiteradamente con inusitada insolencia y que consiste en ese mirarnos por encima del hombro, con ese aire de superioridad que da vivir asfixiado entre cuatro paredes en una gran, o no tan grande, ciudad.

Ese complejo, falso, como todos los complejos, de ser en función de dónde se está, roza la extravagancia en profesiones como la mía pero raya en lo sorprendente cuando quienes practican esta mala arte son los políticos. Ya ni disimulan, ya ni siquiera se les llena la boca de falsos y efímeros cariños. Simplemente, sueltan su boutade y aquí paz y después gloria.

El último, que nunca lo será, de estos desprecios, lo vivimos en la noche electoral del 26 de junio y llegó, como no podía ser de otra manera, de esos que se llaman la nueva política: los oportunistas de Ciudadanos, siempre dispuestos a vender su producto (no sé si la naranja o el limón) al mejor postor, y los tenebrosos chicos de Unidos (no) Podemos. No diré que sufrieron un batacazo, porque no fue tal, pero sus expectativas no se cumplieron, mucho menos lo que las israelitas a pie de urna dijeron, o, antes bien, no dijeron.

Entonces, ¿cómo argumentar esa especie de haberse quedado a medio camino? ¿Cómo disimular decepción y aparentar satisfacción?  Muy fácil: explicando que “hemos recibido el voto urbano”. Vale, de acuerdo, pero no alcanzo, será porque vivo y voto en un pueblo, a entender la satisfacción porque no te hayan votado los rurales. ¿Será que valen menos los votos del campesino? Toma demagogia, Iglesias. ¿Será que son más fachas? Toma argumento de manual, Rivera. Por cierto, qué pena que, apellidándose Rivera, le guste tan poco esto nuestro.

Pues nada, que, en las municipales, que sólo se presenten por las ciudades. Y digo yo que si alguien llegó a explicarnos que no le valían los candidatos de antes de no se qué año de la década de los setenta, que nos diga ahora a partir de qué número de habitantes le interesan los pueblos, es decir, si valen sólo los votos de quienes viven en localidades de más de 5.000, de 4.000, de 3.000… Vamos, como Sodoma y Gomorra. Uy, perdón, que he citado la Biblia. Prometo confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.

Blog de Ángel Cuaresma

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