«Vengo a tu viña, tierra querida»

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Pascual Herrera fue la primera y casi la única persona de este mundo que me ha hecho beber algo, muy poco, de vino. Igual el lector, siempre amable, me dirá eso de “a mí, qué me importa” pero es que, además de ser verdad, es lo primero que se me ocurre escribir tras conocer la noticia de su fallecimiento. Es más, para este humilde articulista, decir vino es pensar, con una velocidad inusitada, en el hombre afable del bigote, la sonrisa y la terminología adecuada.

Hoy, son muchos los que se cuelgan medallas y, con edad o sin ella, viven de hacer méritos, pero Pascual pasa a la historia de este complejo mundo del vino entres los dos o tres primeros espadas que consiguieron poner de moda algo que, hoy, ya nadie duda de que es cultura y símbolo de riqueza, y muy especialmente en esta Comunidad de nuestros desvelos.

No somos pocos los que, sin haber perdido la ignorancia en estas cuestiones, pudimos empezar a manejar, no siempre con acierto, claro está, términos que Pascual popularizó: taninos, polifenoles, lágrima, retrogusto. Él fue el que nos enseñó a distinguir viticultura de vinicultura, enología del vulgar consumo; él tiraba por tierra mitos cuando había que tirarlos y señalaba a los verdaderos dioses, que no son los que ustedes se imaginan.

Inolvidables, me perdonarán que hable de ello, horas y horas compartidas en la radio, en las páginas de la Prensa escrita, en presentaciones de actos públicos que tuve el gusto de compartir con quien sabía colarnos el pan y el queso para enseñarnos y animarnos a catar. Imborrable la creación de la Academia del Vino de Castilla y León (la de verdad). Para recordar, también, las tardes y las noches en lugares de complicada orografía aguardando el fallo de los jurados de los Premios Zarcillo, en épocas aún previas a internet y los teléfonos móviles, con las crónicas a medio redactar a la espera del resultado final.

Valladolid, Rueda, Cigales, Peñaranda, Aranda, Tordesillas… y tantos y tantos lugares con el vino como excusa, la gastronomía como pretexto y la tierra, la nuestra, presidiéndolo todo aunque, en realidad, el que presidía, sin decirlo pero todos los sabíamos, era Pascual Herrera.

Sin perder la compostura, se codeaba con los más prestigiosos enólogos, sumilleres y críticos especializados o te decía “ya puedes tirarlo, porque estará picado” cuando llegabas presumiendo de tener un vino de no sé cuántos años en la bodega.

Hoy, se va tras poner en la rampa de relanzamiento a unos vinos, los de Cigales, cuya Denominación ha cumplido 25 años pero que, en estos diez, desde la modestia, se han reubicado en el muy competitivo panorama nacional, en lugares difíciles pero donde siempre se pide un Cigales.

Hoy, con profundo pesar, mi recuerdo para su familia y para ese gran equipo con el que, en estos últimos años, trabajó: con Raúl, con Alicia… con tantas buenas gentes de Valladolid, de Palencia, siempre con la amabilidad como única frontera.

Le despido, si sus allegados me lo permiten, con los versos que dan inicio a  la canción “Volver en vino”, de Horaco Guarany. Descanse en paz

       Si el vino viene, viene la vida

       Vengo a tu viña, tierra querida.

       Quisiera dejar mis huesos

       Bajo cielo mendocino

       Que mi sangre y mis cenizas

        Vuelvan camino del vino

Blog de Ángel Cuaresma

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