“Paracuellismo” complutense

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El escrache, uno más, sufrido por la presidenta de la Comunidad de Madrid en la Universidad Complutense y el espectáculo que rodeó al acto de nombramiento de ‘Alumnos Ilustres’ son sólo algunos síntomas de la enfermedad que padece, desde hace años, la mencionada institución académica. Es un mal que no tendría que ser especialmente grave ni de difícil combate pero me da que ya cursa como crónico y va camino del desahucio del paciente.

Podemos debatir la idoneidad o no del nombramiento de Isabel Díaz Ayuso pero aceptaremos que la distinción no se le pretendía entregar por su capacidad intelectual o su formación, sino por su condición de presidenta del Ejecutivo que tiene competencias en Universidades. Podeos hacer chascarrillos con la alumna utilizada como bufón para desencadenar la protesta y decir eso de que “si esta es la mejor, ¿cómo será el resto”. Podemos dudar de la humanidad de esta misma alumna a la hora de contarnos cosas, reales o no, de su vida privada que importan menos que una higa. Todo eso podemos, ¿pillan el verbo?, pero también debemos alertar de que, con estas gracietas de alumnos y el mirar para otro lado de profesores, un día vamos a tener un disgusto: una mala caída en una escalera, un coche que arranca antes de tiempo, un tropezón… Y verán que no menciono al ministro de Universidades, al que a saber qué universidad nombrará algo tras constatar que es incapaz de articular una frase coherente en la lengua común de todos los españoles. Vamos, que Subirats está de bajón-

Como tantos otros estudiantes, conocí, disfruté y padecí las virtudes y defectos de la Complutense y, muy especialmente, de la Facultad de Ciencias de la Información, lugar de los polémicos sucesos, hace ya más años de los que serían razonables para mencionaros en este artículo. Ya entonces, la enfermedad acechaba y, no nos engañemos, mostraba sus primeros síntomas. Hombre, saberlo, tenía sus ventajas. Al poco de llegar, cogías al vuelo la ideología del profesor (quedaban ya muy pocos de extrema derecha y la ultraizquieda campaba hasta por el váter) y ello te facilitaba el aprobado.

Bastaba con responder a los formularios de algunas asignaturas conforme a lo que sabías que pensaba el profesor. Sí, sí, ya sé que había que hacer de tripas corazón y tragarte los escrúpulos que aún conservas cuando tienes menos de 20 años, pero nunca los tiempos han corrido como para desperdiciar nota. No era difícil: suprimías la palabra España de todos los trabajos, te hacías un poco el pobre (que tampoco era tan difícil), te quejabas de lo que tardaban en ingresarte la beca y presumías de unas amistades y ocultabas otras. Ah, y sobre todo, sovietizar cualquier contenido, tema, escrito, conversación….

Creo que es importante aclarar que esto ya sucedía antes de José Carrillo y que la llegada al Rectorado del hijo del torturador de Paracuellos no generó el mal aunque puede que contribuyera a arraigarlo.

Han pasado los años y, mal que no mejora, empeora. Y, lo más grave, la libertad se coarta y los insultos arrecian precisamente en Ciencias de la Información, el espacio que, se supone, debería defender, más que ningún otro, el pluralismo. Debe ser que Veterinaria anda demasiado cerca y, claro, se confunden alumnos y profesores de una con el material para las prácticas de la otra.

Blog de Ángel Cuaresma

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