
La masacre perpetrada hace unos días por los terroristas palestinos parecía ser un ‘error’, por llamarlo de algún modo, que por primera vez en décadas hubiera dado la vuelta al sentido general de la opinión publicada, que no pública. La matanza de cientos de personas de toda edad, sexo y condición, de forma especialmente cruel, cambió durante unos días, o apenas unas horas, los habituales titulares de las portadas más comunes y modificó, siquiera por un ratito esperanzador, los empalagosos ‘tics’ poco sesudos de los contertulios de guardia.
Y ahí quedó todo. Bastó con que el Gobierno democrático de Israel confirmara lo evidente, que no se iba a quedar de brazos cruzados en la defensa de su población, para que todas las aguas del pensamiento único, labrado durante años de acoso al pueblo judío y su parlamento, volvieran a su cauce con topicazos, lugares comunes y frases hechas, esas que, pese a repetirse hasta la saciedad desde 1948, se remuneran generosamente pese a la crisis generalizada que, sabemos, devasta a los medios de comunicación convencionales. Y a los no convencionales, claro está.
En el momento de redactar este artejo, el Gobierno legítimo de Israel, al que ya se han incorporado miembros de los partidos que conformaban la opsición, no ha dado la orden de iniciar la anunciada, y comprensible, ofensiva por tierra, mar y aire. Dicen los menos críticos con el régimen, que por aquello de dar tiempo a una harto complicada evacuación más allá del sur, en realidad es suroeste, de la franja de Gaza. Incluso, se ha devuelto el agua corriente, no así la electricidad y otros insumos.
El pensamiento único sigue clamando por la población civil (sólo por la palestina), por la ayuda humanitaria, por que la respuesta de Israel no sea “desproporcionada”, concepto que no sé si significa que bombardee con algodón de azúcar mientras Hamás, tan necesitados ellos de ayuda, lo hace con misiles de alta precisión.
Olvidan, los ‘progres’ son profesionales en esto de olvidar, que, al menos hasta la tarde-noche de ayer, quien bloqueaba la frontera por el paso sur de Gaza, es decir, el ya conocido enclave de Rafah, era Egipto, una dictadura islámica responsable de las hostilidades contra el Estado de Israel recién constituido, y que estos años ha rivalizado con Irán y Siria por liderar el je del mal. Lo de celebrar el mundial de fútbol en Qatar ya que lo explique la FIFA.
La guerra es inminente aunque, como les digo, en el momento de esta redacción Israel aún no ha empezado a defenderse. Pero ya sabemos algo de cuál va a ser lo que ahora se llama el relato. Se va a exigir a los buenos (Israel) que no jueguen (también es un decir) con las mismas armas que los malos (Hamás, Hizbolá, Al Qaeda…) y, sobre todo, se va a pedir hasta la saciedad que no se actúe contra la población civil, sólo contra la palestina, insisto, que los niños israelíes son de segunda, o fascistas, quién sabe.
Pero, entonces, ¿qué es una guerra? Ojalá eso que, con buena fe, seguro que es con buena fe, fuera posible. Pero, a fin de cuentas, ¿no es el objetivo de una guerra causar la mayor destrucción del contrario? ¿Qué es legal y qué ilegal en una guerra? ¿Cómo soslayar los objetivos civiles? Esto último sólo supo hacerlo Reagan, y aún con matices, en respuesta a los atentados de Gadafi.
Y una última pregunta: ¿Qué se esconde detrás de esta ingenuidad de personas que suponemos formadas? Hava naguila. Vesnismejá.