Con estas tres palabras, nadie quiere líos, podríamos resumir esa suerte de vida muelle en que se ha asentado la sociedad occidental y que, básicamente, consiste en rehuir cualquier debate, aceptar como propias ideas nunca compartidas y mirar para otro lado a la menor oportunidad.
Me explico. O lo intento. Esto que les planteo no es de ahora, es algo que viene implantándose en nuestra sociedad, la que consideramos civilizada y democrática, la occidental, y que, en tiempo más reciente, se ha traducido en lo que para algunos, pocos, es el pensamiento woke; para otros, aún menos, el pensamiento líquido, y, para una inmensa minoría el pensamiento único.
Ello no tiene nada que ver con el clásico laissez faire-laissez passer en el que se compendian las bases del pensamiento liberal. Ese laiissez-faire se ceñiría, de manera positiva, a la economía y, en menor medida, a la actividad política. Pero no, no me estoy refiriendo a esta suerte de liberalismo, ni tampoco al no menos tópico ‘vive y deja vivir’.
Antes bien, pretendo hacer referencia a ese ‘pasotismo’ asentado impunemente entre nosotros, y ojo, no sólo entre los jóvenes, que nos ha conducido a una falsa tranquilidad, a una aún más falsa felicidad, mientras los pocos que no ‘pasan’ imponen’ sus conceptos que son, miren ustedes por dónde, los más alejados posible del liberalismo clásico en cualesquiera de los órdenes de la vida.
Y así, con tal de no meternos en líos, decimos lo que otros quieren oír, pagamos lo que otros quieren que les paguen, comemos y bebemos lo que otros quieren que comamos y bebamos; y así, renunciamos, y nos creemos que voluntariamente, a los principios que siempre nos guiaron, que es tanto como renunciar a aquello que más nos gusta. Y nos lo creemos.
De esta guisa, ya que hablamos de comidas, políticos supuestamente liberales riegan con dinero público a aquellos que más luchan contra sus benefactores, no sea que nos monten una huelga y tengamos que hacer frente a un problema; la Iglesia, insisto, son sólo algunos ejemplos, se adapta a los tiempos y pliega su mensaje al del común en lugar de sacudir conciencias, cuerpos y almas, que es para lo que llegó a este mundo; o los medios de comunicación y sus trabajadores aceptan unos métodos de censura que, a pasos agigantados, son cada vez menos sutiles. A fin de cuentas, para qué andarse con sutilezas si ya está todo aceptado.
Lo llaman, los aún no silenciados, pensamiento (es un decir) woke. Otros, dicen que pensamiento líquido. ¿No será, en realidad, gaseoso?