
En las últimas horas, hemos conocido más detalles de los posibles, cuando no definitivos, aranceles que la Administración Trump aplicará a determinados productos importados y las medidas, es decir, las no medidas con las que van a reaccionar, es decir, a no reaccionar, los países afectados en mayor o menor medida.
Con los datos que manejamos de estos días, creo que deberíamos hacer una distinción muy clara entre los impuestos con que se gravará a las economías de los países que no respetan los derechos humanos, muy especialmente los derechos laborales, y los anunciados para economías del llamado primer mundo y que, de uno u otro modo, podríamos equiparar a la de los Estados Unidos.
Por empezar con las citadas en primer lugar, qué duda cabe que los aranceles, globalmente improcedentes, se conforman aquí como una medida para salvar el libre mercado, el libre comercio, y esto no es una contradicción. Lo he escrito en artículos anteriores: bienvenido es el único sistema económico viable, el liberalismo, pero precisamente porque defendemos el liberalismo, hemos de lidiar a quienes no compiten con las mismas armas legales, que son aquellos, y no sólo China, que explotan a sus trabajadores con interminables jornadas laborables, salarios de indigencia y, por supuesto, sin opción a filiación sindical. Por supuesto, hablamos de las dictaduras comunistas y las teocracias islámicas.
Otra cosa son los países teóricamente del entorno estadounidense, léase Canadá; pero, aquí, influyen factores que van mucho más allá de lo económico y que nos llevan, de hecho, a rivalidades fronterizas y a viejos litigios que exceden de lo comercial.
Capítulo aparte es la siempre decepcionante Unión Europea, si es que aún puede decepcionar a alguien. Ese mercado común que nació para defender la libertad de producción y comercio, entre otros aspectos, y que se fundamenta en la defensa de sus socios integrantes. Hoy, sin embargo, ese monstruo continental, tan preocupado por los aranceles y cuya única reacción es la bronca y el insulto, no parece muy dado a proteger la industria o la agricultura de los países miembro, a los que, por ejemplo, impedirá comercializar coches de combustión.
Aranceles USA
¿Por qué le preocupan (a la UE) los aranceles y no la entrada de verduras de los países del Magreb? ¿Por qué le preocupa tanto Trump y no que los jornaleros marroquíes, o argelinos, o tunecinos sean explotados para recolectar tomates low cost?
Les preocupan muchos los inmigrantes, benditos sea Dios, pero no que trabajen casi bajo látigo para que lleguen a España y al resto de la UE hortalizas sin ningún control, mucho menos sanitario.