Más sobre el Dumping

copa de leche 1

A medida que uno va buceando en las prácticas de dumping, a las que nos referíamos en nuestro último artículo, se da cuenta de que éste afecta a los agricultores y ganaderos en mucha mayor medida que a cualquier otra actividad económica. O puede que, en realidad, sea que en este nuestro sector es más fácil de comprobar que en una actividad industrial pura y dura. Este extremo, por sí solo, ya sería una razón suficiente para detectarlo con mayor rapidez y atajarlo.

Digo esto porque, precios del aceite, la leche y otros productos aparte, ante los que parece  que ya hemos asumido sin remedio la venta a pérdidas en algunas marcas, existe otro apartado que está ahí, a la vista de todos, pero en el que parece que no hemos reparado. Me refiero a esas grandes superficies, de origen escandinavo, que nos intentan atraer vendiéndonos algo así como salchichas a cincuenta céntimos, albóndigas casi regaladas, zumos de naranja a precios irrisorios y de este modo hasta un sinfín de productos, todos ellos del sector de la alimentación, cuyas cuentas de explotación no salen.

Una de dos: o lo que nos venden no es lo que dicen, es decir, que las salchichas son de plástico y las albóndigas sintéticas (ojo a las tildes), o están practicando un descarado dumping, en ambos casos mal asunto y, en el primero de ellos, especialmente nocivo para la salud del consumidor.

Probablemente, estemos ante otra de tantas batallas perdidas pues la no citada multinacional suele vivir de beneficiosas decisiones políticas, a veces vestidas de medida técnica, económica o laboral, lo que, en definitiva, no hace sino insinuar que a quien le falta un tornillo no es a la calle sino a quien toma las decisiones. Pero, digo, batalla perdida, pues en beneficio de estas superficies se modifican planes urbanísticos, se arreglan (es un decir) carreteras, se diseñan peligrosas rotondas e incómodos aparcamientos y ya hablaremos de beneficios fiscales, o no, que diría el presidente en funciones.

Así las cosas, agricultores y ganaderos seguirán resignándose o cediendo, los consumidores serán cómplices y los vendedores de salchichas y albóndigas seguirán en su papel, que no es otro que el de hacerse el sueco.

Blog de Ángel Cuaresma

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