La dureza de la tierra

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La expresión la dureza de la tierra es uno de esos conceptos que podríamos llamar polisémicos en la nuestra (la tierra) vienen como anillo al dedo tanto en su acepción literal como en sus definiciones figuradas.

En su significado estrictamente literal, a nadie se le escapará la verdad que entraña esta expresión traducida al rigor del trabajo en el campo. Es verdad que, hoy, la tecnología, la informática, la ciencia en sus diferentes aplicaciones, han supuesto un inmenso alivio para agricultores y ganaderos que evitan las antaño agotadoras jornadas de sol a sol en condiciones meteorológicas extremas. Pero no es menos cierto que la tierra es, en más ocasiones de las que desearíamos, un agente egoísta, desagradecido, que dificulta sobremanera el ingrato trabajo en el campo.

En sus otros significados, la dureza de la tierra se podría aplicar, sin salirnos de ámbito rural, al carácter de nuestras queridas gentes de nuestros no menos queridos pueblos. En este caso, por tierra entenderíamos sus habitantes y, por dureza, el talante duro, seco, de unos habitantes forjados en el trabajo, en una vida en ocasiones solitaria, de horas y horas alejados del mundanal ruido aunque, como digo, unidas a él por el cordón umbilical de las nuevas tecnologías.

Gentes acostumbradas al trabajo y a la escasa diversión. Gentes de mucho oficio y no siempre de grandes beneficios cuya grandeza de corazón no se refleja en unos rostros serios tan bien retratados por Machado y otros autores del 98 que, por cierto, tampoco contribuyeron a la imagen del terruño, más bien nada.

Sin embargo, no nos engañemos, esto de la dureza de la tierra es algo mucho más profundo, que no se circunscribe únicamente al medio rural. Por dureza de la tierra debemos entender, también y sobre todo, las dificultades, las zancadillas, las trampas que, con demasiada frecuencia esta tierra pone a quienes quieren prosperar honradamente en ella. Esta, a la que tanto queremos, es una tierra dura, sí, que no perdona pecados inexistentes; que no ayuda a forjar destinos, que se conforma, que se aclimata y que no cuenta  con los suyos, al menos, con los suyos.

Y eso vale para los políticos, para los empresarios, para los periodistas… para tantos y tantos sectores de la sociedad que, en todo caso y más pronto que tarde, tendrán que rendir cuentas y entender qué significa ese refrán, también tan nuestro, también muy de la tierra, que dice que “Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos”.

Blog de Ángel Cuaresma

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