Han pasado ya unos meses desde que el Ministerio de Agricultura corriera banquillo y se produjera, en una especia de sucesión natural, el nombramiento de Isabel García Tejerina como titular del departamento, en sustitución de Miguel Arias Cañete. De la política (y técnica, claro está) vallisoletana no sabíamos mucho, y esa era la mejor noticia. Se trataba de una mujer alejada de los focos pero cuyo paso tanto por la administración pública como por la empresa privada se había caracterizado por la eficiencia en la gestión.
Si acaso, nos contaban, me contaban, que esa eficiencia iba acompañada, parece ser el sino de algunas personas, de cierta rudeza en el trato o en el carácter, tan propio de nosotros, los vallisoletanos. Pasado este tiempo, y ya con algún elemento más de juicio (en política, unos meses pueden resultar una eternidad para gobernantes y gobernados), debo ratificarme en lo primero y rectificar lo segundo.
Estas fechas, hemos conocido a una Isabel que, sin abandonar las prioridades de la gestión, ha sabido combinarlas con presencias públicas en los que no ha ahorrado gestos de cercanía y simpatía para un sector que, si bien necesita de trabajo más que otra cosa, también agradece una sonrisa, un abrazo o un apretón de manos de quien no sólo está para elaborar leyes o repartir subvenciones.
Actos cono el Día de la Provincia, en Valladolid, o la inauguración de la Feria Agraria, en esta misma ciudad, nos han revelado la simpatía de una mujer que no renuncia a ser de esta tierra y cuya figura, hoy más pública que hace unos meses, pasea con discreción por las históricas calles de su población natal cuando las responsabilidades de gobierno lo permiten.
Sí, sí, ya sé que, si hay que elegir entre gestión y simpatía, nos quedamos con lo primero pero por qué habría que optar por una u otra. Hoy, en medio del mal concepto que la ciudadanía tiene de la clase política, de cuando en vez surgen nuevos profesionales, que combinan juventud y experiencia y que puede que nos ayuden a cambiar conceptos. Es el caso de Isabel, la ministra de los nuestro y de nuestra tierra. Y si, además, pregona esta Cuaresma en la Cofradía de Jesús Nazareno, pues para qué queremos más. Suerte y al toro.
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