El tirón de orejas

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No quisiera pecar de vanidoso si empiezo este artículo refiriéndome a los comentarios suscitados por mi humilde escrito de la quincena anterior en el que me refería a la mala gestión en la comercialización de los vinos de la Ribera del Duero. Uno, que es cuando menos educado, agradece las valoraciones de algunos lectores por distintas vías pero, si se me permite decirlo, no estaría de más que esas apreciaciones (que agradezco, insisto) se realizaran en los foros que, supongo, tiene habilitados para ello el Consejo Regulador. (También es de suponer que regulador no derive del adjetivo regular, sino del verbo).

Sí, sí, ya sé que no es tan sencillo. Soy consciente de los repartos en la composición del organismo y de que cada bodega, privada o en cualquier otro régimen mercantil, goza de determinada representatividad. También sé que, en otro reparto, el del poder, aparecen los hombres de paja que figuran y los que no figuran pero gestionan enclaustrados en la almena de su peculiar castillo. Todo eso seguro que puede coartar la capacidad de maniobra pero los críticos en el seno de la Denominación deberían unirse, hacerse fuertes y asaltar el castillo en el que, quién sabe, igual la persistente indolencia de quienes se creen intocables se convierte en su propia fosa.

En cualquier caso, personas mucho más importantes que quien esto escribe no han desaprovechado estos días la ocasión de tirar de las orejas a quienes, no la oreja, pero sí el riñón, tienen bien cubierto. El presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, en la entrega de los Premios Zarcillo, sin ir más lejos, lo cantó en cifras como un niño de San Ildefonso. Bajo una aparente estadística de éxitos, el presidente vino a decirnos que sí, que nuestros vinos son los mejores pero que la cuota de mercado de las distintas denominaciones (y miren ustedes que casi en cada comarca hay una) no supera el 20 por ciento del mercado nacional. Eso por no hablar del índice de penetración de los llamados vinos “de calidad”, muy por debajo del porcentaje de superficie y producción.

Se me dirá que el jefe del Ejecutivo autonómico hablaba de las denominaciones, de todas, pero, no nos engañemos, la joya de la corona es la joya aunque, mucho me temo, apenas pase de diamante en bruto. Pero que muy bruto.

Blog de Ángel Cuaresma

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