El periodismo agrario

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Hace no demasiados años, un muy Reducido número de periodistas nos dedicábamos a esto que comúnmente podríamos denominar la información agraria. Bien por voluntad propia, bien por decisión de las empresas en las que entonces prestábamos nuestros  servicios, intentábamos ejercer nuestro trabajo de la mejor manera posible y, a veces, hasta lográbamos convencer a las citadas empresas de que su decisión de encomendarnos tal tarea había sido acertada.

Acertada no por nuestra designación, claro está, sino por la trascendencia de una información que interesaba, interesa, a miles y miles de familias en una región cuyo reparto del PIB no contaré una vez más, pues descrito está en este mismo espacio. La tarea, digo, no era fácil pues el seguimiento de la actividad del campo, de las organizaciones agrarias, de las campañas, cosechas, cuotas, repartos, rendimientos, etc… no gozaba siempre de las simpatías de una profesión tan dada a creerse por encima del bien y del mal y a considerar importantes otras cuestiones tan alejadas de algo vital para la subsistencia como es el sector que nos ocupa.

Un día eran chistes, otros malas caras, con frecuencia la ignorancia o el desapego por estos periodistas pueblerinos que, todo tiene sus ventajas, también gozábamos de una cierta independencia derivada del poco interés que despertaba nuestro trabajo en nuestras redacciones y, también, del desconocimiento que proliferaba en los responsables de las diferentes secciones. Algo así como lo que sucede con la información religiosa, o de Semana santa, o alguna otra que citaré en su momento.

Si bien no era mi caso, pues yo sí que encontré la comprensión y la aceptación de mis propuestas, sé de muchos compañeros cuya pelea diaria por colocar en un buen lugar sus informaciones no siempre se traducía en éxito.

Transcurridos los años, algo ha cambiado. No es que en aquellos que despreciaban al campo y a sus gestores se haya encendido la bombilla dela inteligencia o del interés por lo nuestro. Qué va. La razón es mucho más pedestre: han pillado cacho, han creído encontrar un filón y, ahora, se apuntan al bombardeo de la información agraria y, de repente, se han convertido en expertos y en los más fervientes defensores de un sector al que sólo se acercaban en el tapeo en cualquier chiringuito, eso sí, de la ciudad.

Hoy, quienes sembraron el desafecto, pretenden recoger el fruto de una implicación que nunca quisieron pero a la que se agarran como el clavo ardiente de la débil recuperación económica. Bienvenidos al redil, ovejas perdidas.

Blog de Ángel Cuaresma

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