El campo vota

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Una vez más, y bendito sea Dios, el campo está llamado a votar. Una vez más, y esperemos que queden muchas por delante, el sector puede elegir a sus representantes ante las instituciones. Y, una vez más, el votante habrá de elegir entre diferentes opciones con planteamientos coincidentes en algunas cuestiones y tradicionalmente divergentes en su filosofía.

No les oculto que esto es algo que siempre, incluso antes de que se celebraran los primeros comicios en el sector (las llamadas elecciones a cámaras), me ha llamado mucho la atención. Por un lado, el campo, las para unos organizaciones profesionales, para otros, sindicatos del sector, gozaba de una unidad de acción envidiable, que superaba, de largo, a la de otros colectivos, fueran estos sociales, sindicales, vecinales… Pero, por otro, pese a la coincidencia de objetivos, el mundo rural trasladaba a las llamadas opas una brecha ideológica que parecía una traslación de la división vecinal que, durante décadas, ha presidido la vida de tantas y tantas familias en nuestros pueblos.

De este modo, todas las organizaciones profesionales agrarias, fueran éstas afines al PP, al PSOE, a la UGT o a Izquierda Unida (quién nos lo iba a decir) coincidían milimétricamente a la hora de analizar los males del sector; incluso, voy más lejos, se asemejaban en las soluciones propuestas; pero, al final y esto era lo menos comprensible, discrepaban a la hora de establecer un modelo ideológico (sí, sí, ideológico) en las explotaciones, es decir, que iba más allá de un mero modelo de gestión, que debería ser, si no lo único, sí lo más importante

Y ello es, quizá, lo que menos se entiende porque, se quiera o no, el agricultor y el ganadero, grandes, medianos o pequeños, no son sino empresarios, autónomos, emprendedores o cualesquiera de los sinónimos con los que se pretende ocultar una realidad, como si ésta fuera maldita o estuviera apestada. ¿Qué hay de malo en ello?

Y así, mientras a algunas organizaciones no les dolían prendas, aunque a veces intentaban disimularlo, por reconocer a quién representaban y cuál era su modelo, otras planteaban esquemas no diré de asustar pero sí, al menos  de reflexionar. Porque díganme si uno solo de sus afiliados, simpatizantes o votantes estaría dispuesto a aplicar en su explotación, es decir, en su empresa, el modelo impreso en el programa electoral o en el megáfono.

Al final, una explotación agrícola o ganadera, por muy pequeña que sea, por muy en crisis o en pérdidas que se encuentre, es un negocio y, como tal, debe ser entendido y gestionado.

Es verdad que, hoy, la clave es otra, la situación del campo, o de algunos subsectores, es tan desesperada que todo se centra, o se reduce, a definir qué es un agricultor profesional, no por el mero concepto, sino por gozar de la exclusiva del derecho a percibir ayudas; y éstas, a su vez, son las que mimetizan las propuestas electorales.

 Y aquí es donde también se subvierte el orden tradicional de la ideología pues, del mismo modo que izquierda y derecha reconocen algo tan liberal como la propiedad privada (faltaría más), la misma derecha y la misma izquierda ven como sagrado alto tan intervencionista como las subvenciones.

Blog de Ángel Cuaresma

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