El autodebate

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Resulta harto complicado analizar, siquiera sea de manera superficial, un debate en el que faltaba lo más importante, a saber, los candidatos de las formaciones que serán decisivas a la hora de conformar un gobierno.

Supongo que están ustedes pensando que me refiero a Vox, y tienen razón, pero sólo a medias pues no podemos descartar que formaciones de presencia uniprovincial, juntas o por separado, sumen escaños suficientes para decantar la balanza a la derecha o la izquierda del hemiciclo.

Pero, leyes electorales aparte, en las que entraré después, el ‘autodebate’, es decir, el debate de unos consigo mismos a falta de otros aspirantes, no dejó titulares que no hubiéramos podido escribir antes de su inicio. El candidato del PP, Alfonso Fernández Mañueco, en su legítima y ya por los periodistas conocida estrategia del “¿Dónde vas? Manzanas traigo”, centró todos sus esfuerzos en identificar a su oponente socialista con el malhadado Pedro Sánchez, para desesperación de un Luis Tudanca empeñado en que se tratara “con respeto” al presidente del Gobierno, que es algo así como entrar al trapo.

Igualmente previsible y legítimo el diagnóstico de Tudanca sobre los graves problemas que vienen arrasando a nuestra Comunidad desde hace décadas, diagnóstico e el que tampoco difieren mucho los restantes aspirantes, y muy especialmente los que de manera injusta estaban ausentes.

En todo caso, no me negarán el espectáculo de los divorciados echándose los trastos a la cabeza por quién pasaba mejor el polvo y hacía mejor los huevos fritos o madrugaba más, Loque ya les he dicho muchas veces: el problema de no consumar.

Cuitas matrimoniales aparte, el ‘autodebate’ nacía doblemente viciado. De un lado, insisto, porque se articula conforme a una ley muy joven pero ya muy antigua, por tanto, anacrónica, que concede los espacios electorales, incluidos los de publicidad gratuita y minutado de información en los medios públicos, conforme a la decisión de los ciudadanos en los pasados comicios autonómicos, vamos, como si eso fuera ya una decisión para toda la vida, algo así como un voto de obediencia perpetua.

No se nos olvide que, entre medias, hubo unas elecciones generales que transformaron radicalmente el panorama político español. Pero es que, aunque no se hubiera producido este acontecimiento, por qué hay que tratar a los partidos y a sus candidatos en función de los resultados que ya tienen. Es muy grave, es “cortocircuitar” la verdadera esencia de la democracia y, no nos engañemos, intentar mantener un statu quo incompatible con el sistema político que, dicen ,importamos de la Escuela de Atenas, entiéndase el gobierno del pueblo.

Y dejo para el final el lío a cuenta de quién, como y dónde se celebran los debates. El cúmulo de despropósitos es infinito y no tendrían megas suficientes para leerlos. Sólo dos debates, sólo dos candidatos, una comisión organizadora (como si no tuviéramos un marco legal y de convivencia consolidado), unos medios diciendo a otros cómo tiene que organizar su casa, éstos coordinados por un político (a saber, el consejero de la Presidencia, a su vez candidato)… En fin, en el siglo XXI, en la era de las nuevas tecnologías, tomar a los ciudadanos por tontos no es sino abonar el terreno a esas candidaturas a las que se ha intentado excluir.

Blog de Ángel Cuaresma

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