Dos mujeres en la gestión

img 0904

No hubo sorpresa, se cumplió lo que todos preveíamos y una vallisoletana, Isabel García Tejerina, fue nombrada ministra de Agricultura en sustitución del ya candidato a las Europeas, Miguel Arias Cañete. Tiempo habrá para valorar la gestión de esta mujer de nuestra tierra, de la cosecha del 68, que sí que es de Valladolid de verdad, de toda la vida; que sí mantiene sus vínculos con la ciudad, que sí conoce y vive nuestra Semana Santa y que seguro que no será designada pregonera oficial, aunque igual sí de la Cofradía a la que pertenecen algunos de su familiares, la Penitencial del Nazareno.

Pero, centrémonos. No quisiera teñir este modesto artículo de rollete feminista, ni machista, ni nada parecido, pero no ocultaré la esperanza con la que veo la llegada a la primera línea del Ministerio de una mujer que, no por serlo, sino por sus capacidades técnicas, ha desempeñado, en los últimos años, puestos de alta responsabilidad en las administraciones, primero autonómica y ahora central.

En Castilla y León, lo escribo con datos, la designación de una mujer, en este caso Silvia Clemente, para dirigir una Consejería tan complicada técnica y humanamente y además en unos años extremadamente duros desde el punto de vista económico, no ha resultado mal del todo, ¿verdad? Podrán ponérsele todos los peros que se quieran y buscar todas las sombras que se pretendan, que seguro al final siempre encontramos alguna, pero a la consejera autonómica no se le podrá negar derroche de energía para afrontar, y en algunos casos hasta resolver, problemas de nuestro campo que en su momento parecieron irresolubles.

Recordará el lector que se estrenó en el cargo con una crisis que, fuera de la Comunidad fue objeto de chascarrillos pero que de cuyos efectos aquí sabemos mucho, la de los topillos, mucho más seria, insisto, de lo que los urbanitas puedan imaginar, salvo cuando les toca, claro.

Después, llegarían dramáticas situaciones de empresas que podríamos llamar históricas pero cuya sentencia de muerte parecía firmada hasta que, en unos casos con guante de seda y en otros con puño de hierro, se consiguieron resolver.

Uno, liberal convencido, es partidario de que la Administración intervenga lo menos posible; pero, cuando esa intervención es mediadora, de búsqueda de soluciones y no sólo de gastos e impuestos, bendita sea esa presencia y, en el caso que nos ocupa, esa mediación de la consejera fue decisiva. Sin esas reuniones, llamadas, escritos… quizá hoy no contaríamos, en Castilla y León, con emblemáticas empresas del sector agroalimentario, como Hibramer o Lauki en Valladolid, o Elgorriaga y Seda Solubles en Palencia. Es verdad que con otro nombre, con otro propietario, en algunos casos más solvente o simplemente solvente, pero salvando buena parte de los puestos de trabajo, el producto y el efecto colateral en las economías locales.

Y fue también la gestión de una mujer la que salvó parcialmente las ayudas a la remolacha y la que, contra el criterio de casi todos, consiguió introducir el concepto de agricultor activo en la reciente reforma de la PAC. Insisto en que, como decía líneas atrás, si pretendemos buscar sombras, errores o lo que se quiera, los habrá, sin duda, pero al menos concedamos este espacio quincenal, hoy, para destacar lo positivo.

A nadie se le oculta la labor de la mujer en el medio rural; lo hemos dicho, también, muchas veces: trabaja en el campo como el que más y luego sigue en casa con la familia. Si la agricultura y la ganadería son cosa de mujeres, la política agrícola y ganadera, también, salvando las distancias. Suerte a las dos.

Blog de Ángel Cuaresma

Deja un comentario

Share This