De consejos reguladores

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No es la primera vez, ni creo que sea la última, que escribo sobre los consejos reguladores y, muy especialmente, del sacrosanto areópago de la no menos sacrosanta Denominación de Origen ‘Ribera del Duero’. Sucede que, en casi todos los ámbitos de la vida, las valoraciones de la gestión, de la eficacia, dependen en buena medida de la comparación con el entorno y, en el caso que nos ocupa, la comparación no es que sea odiosa, es que no aguanta una tesis, por modesta que sea.

La última me la contaba esta semana uno de los grandes, que los hay, del sector vitivinícola castellano-leonés, en pleno proceso de desarrollo por otras comarcas de dentro y de más allá de nuestra Comunidad. Este humilde columnista que les escribe le mostraba sorpresa por el desembarco en, pongamos por ejemplo, La Rioja y aprovechaba, claro está, para meterle los dedos en la boca y conocer opinión sobre el funcionamiento de los consejos.

La respuesta era algo así como un “Puf, ahora que conozco unos y otros…”. Pongo comillas pero no es literal, es simplemente para distinguir pero el resumen es cómo funcionan unos y cómo (no) funcionan otros, siempre al albur de lo que se le ocurra a la parejita de turno de la que, como ha quedado dicho en repetidas ocasiones, no forma parte el presidente.

El resto de la conversación transcurrió en lo que uno no se cansa de insistir: cómo nos ganan la partida, cómo saben dónde ir y en qué condiciones; cómo, con una sola provincia y no en mejores condiciones naturales o geográficas, es decir, no con mejores vinos, llevan siempre la mejor mano. Mientras, aquí, el único órdago es el de la soberbia y, muchas veces, el precio más alto, técnica que pudo funcionar pero que no siempre es la mejor para demostrar calidad.

Mucho se critica a la gente de estas tierras, y muy especialmente, a los empresarios y trabajadores del campo, de individualismo, de hacer la guerra por su cuenta pero cómo no actuar así si al final los colectivos también están al servicio de unos pocos.

En fin, que esto no parece cambiar.

Blog de Ángel Cuaresma

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