Cambios de cromos

img 7996

CAMBIO DE CROMOS

 

Nada más lejos de la intención de ser premonitorio con mi artículo de la pasada quincena pues las diputaciones ya estaban en el punto de mira de los partidos de nuevo cuño (y de los viejunos, claro está). Tampoco, aunque quisiera, podría serlo pues la propuesta de liquidarlas circula desde hace tiempo en los mentideros políticos y, sobre todo, periodísticos más bien de Madrid. Pero, como es sabido, las corporaciones provinciales , su continuidad o no, parecen haberse convertido en el principal obstáculo para eso que las casposas fuerzas progresistas llaman ‘el cambio’.

No es el paro, no; como no parecen serlo el tráfico, las distintas formas de delincuencia,  la situación de la sanidad… No, todo ello parece que encontraría solución si aplicamos esa especie de bálsamo de Fierabrás que obtendríamos con la desaparición de las diputaciones. En el caso del partido llamado Ciudadanos (ese que desautoriza a un candidato si éste alerta sobre lo que es de verdad un aborto), las Diputaciones son caza mayor; en el caso del PSOE, las diputaciones serán lo que quieran aquellos que le apoyen para formar Gobierno. Todo un ejemplo de solidez política.

Sin embargo, con los matices me lo han puesto muy fácil. ¿Por qué? Se lo explico: en estos ya muchos meses de run run provincial, vengo sosteniendo que, la comodidad y el pensamiento único de las fuerzas políticas, sentimientos alentados, siempre, por los políticamente correctos colegas de la Prensa de Madrid, se circunscribían a reclamar (pongan ustedes el verbo que quieran) la desaparición de estas instituciones. Pero, ¿serían capaces de instar a la desaparición de aquellas consideradas de régimen foral? Es decir, excluyendo al Gobierno de Navarra, ya autonómico y también beneficiado por dicho régimen, las diputaciones de Álava y Vizcaya (pertenecientes al Viejo Reino de Castilla y León) y Guipúzcoa (históricamente incluida en el Reino de Navarra). Pues no, no ha habido redaños, dídimos, gónadas o el atributo que se antoje a mis respetados lectores.

Y aquí es donde la contradicción se hace más pura, más evidente. Denuncian supuesta corrupción, dispendio, despilfarro en unas instituciones que a duras penas sobreviven y optan por el mantenimiento de un régimen insolidario causante de la mayor desigualdad entre provincias y regiones que hoy campa en la España constitucional. Constitucional, sí, y que nos dure, pero insolidaria. Porque, no nos engañemos, en eso consiste básicamente el régimen foral excluyente del que disfrutan vascos y navarros: mientras el resto de provincias y regiones contribuye (contribuimos) con su esfuerzo al bien común de los españoles, cuatro provincias recaudan ellas solitas y se reparten ellas solitas la aportación de sus ciudadanos. Aunque ni aún así consiguen mantener el antiguo liderazgo en creación de empleo.

Dicho de otro modo: los impuestos que paga un ciudadano de Valladolid pueden contribuir a crear un servicio en Valladolid o donde más se necesite. Y, al revés, Valladolid puede recibir la aportación de cualquier otra provincia española excepto las cuatro citadas. ¿Dónde hay más riesgo de corrupción? Aunque sólo sea en cantidad. Eso por no hablar de qué ideología se ha asentado como un magma solidificado en las provincias en las que el dinero fluye a espuertas, dinero que se ha empleado para fomentar, en la escuela, en el trabajo, en la sanidad, en la calle… eso que todos ustedes saben y que ha hecho correr ríos de tinta. Y, desgraciadamente, de lo que no es tinta. Pero eso, claro está, no es corrupción, ni es un dispendio.

Pues nada, ciudadanos (y Ciudadanos) valientes; pues nada, Rivera, a por la Ribera, sea la del Ebro (en Burgos o en Navarra, aunque parece que no da igual) o la del Nervión que, por cierto, nace en la provincia de Burgos.



Blog de Ángel Cuaresma

Deja un comentario

Share This