Ayuntamiento de ayuntamientos

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La intensa actualidad política de los últimos meses ha hecho olvidar algunos de los mantras de los años de la grave crisis económica. Uno de ellos, repetidos hasta la saciedad por los medios nacionales, editados o que emiten desde Madrid, era que determinados servicios no pueden prestarse o instalarse más que en Madrid o, si acaso, en Barcelona o alguna capital vasca. Aeropuertos, trenes de alta velocidad, autovías y otras infraestructuras sólo pueden situarse en estas ciudades, de modo que se cree una especie de circuito cerrado entre ellas mismas. Y, entre esos servicios, figuraba como objetivo prioritario, creo que más de los periodistas que de los políticos, la desaparición de las diputaciones.

No entraré hoy en el debate sobre la utilidad, creo que comúnmente reconocida, de una administración cercana, sino que me referiré a un avance, de sentido común, que se plantea estos días en la de Valladolid: se trata de una propuesta del Grupo Socialista, admitida de inmediato por el presidente, Jesús Julio Carnero, del PP,  para que los alcaldes de los distintos municipios puedan intervenir ante el Pleno de la institución en orden a exponer aquellas cuestiones consideradas de interés prioritario para el pueblo al que legítimamente representan.

Otro día habrá que recrearse, también, en explicar esa ya vieja costumbre de la Diputación vallisoletana de aprobar todas las cuestiones, empezando por los presupuestos anuales, por consenso. Es una práctica de los tiempos de Ramiro Ruiz Medrano que mantiene Carnero y que, a buen seguro, redundará en el interés general. Pero, volviendo a la cuestión que hoy nos ocupa, si la Diputación es algo así como el gran ayuntamiento de todos los municipios, y si tenemos en cuenta que sus diputados no son designados por elección directa, parece de libro que se facilite la presencia, más en primera línea, de los antecitados alcaldes.

La propuesta, lejos de ser un caos, está orientada a establecer un mecanismo que regule las condiciones de intervención, es decir, los motivos que generen la petición, el desarrollo de la misma y el debate posterior que pueda suscitar.

Luego, tiempo habrá de valorar qué se hará con esas intervenciones y si las peticiones se traducen o no en un proyecto, una obra, o cualquier otra actuación más o menos inmediata. La propuesta saldrá, con toda seguridad, adelante en un plazo razonable de tiempo y, amén de convertirse en modelo para otras diputaciones de España, contribuirá al prestigio de una institución, como digo, cuestionada, curiosamente, por quienes no la tienen aunque no por ello, en algunos casos, renuncien a participar de la misma.

Blog de Ángel Cuaresma

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