Qué se puede hacer para poner fin a la yesca. Recomendaciones del ITACyL

Agronews Castilla y León

12 de abril de 2015

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Pese a que en ocasiones se utiliza el término “yesca” como un apelativo genérico, realmente la yesca es una enfermedad más del complejo de “hongos de la madera” que afectan a la vid, si bien cada uno tiene sus peculiaridades e implicaciones particulares, que además dependen de otros factores como los condicionantes edáficos y climatológicos. Todas estas afecciones, en función de su sintomatología más genérica y en muchos casos común, pueden agruparse bajo el término “decaimientos de la vid”.

Estos decaimientos están provocados por la infección fúngica de la madera que se traduce en una pérdida progresiva del vigor de la planta, reduciendo el rendimiento e influyendo en la calidad, pudiendo llegar a producir la muerte de parte o de la totalidad de la planta en un periodo de tiempo indeterminado, que en ocasiones puede llegar a ser muy rápido (apoplejía). A esto se le debe añadir el carácter errático típico de estas enfermedades en cuanto a la expresión de sintomatología externa, hasta el punto de que una planta enferma puede mostrar síntomas durante unas campañas y permanecer aparentemente sana o asintomática en otras.

Así, los decaimientos de la vid en realidad están asociados a un complejo fúngico compuesto potencialmente por un elevado número de especies, que pueden concurrir simultáneamente, convivir e interactuar en una misma planta, y en el que aparecen desde verdaderos patógenos a hongos saprofitos u otros con función aparentemente precursora de la enfermedad, siendo el espectro del complejo en cada caso variable.

En general, podríamos decir que las principales enfermedades producidas por hongos que se asocian con la sintomatología de decaimientos en la vid son: la yesca propiamente dicha (con agentes causales identificados en las especies Fomitiporia mediterránea, Stereum hirsutum, Phaeomopniella chlamydospora y algunas del género Phaeoacremonium), el pie negro (ocasionado por algunas especies del género Cylindrocarpon), la enfermedad de Petri (Phaeomopniella chlamydospora y algunas especies del género Phaeoacremonium), la eutipiosis (Eutypa lata), el brazo muerto (algunas especies del género Botryosphaeriaceae) y la excoriosis (Phomopsis viticola).

Las enfermedades fúngicas de la madera están presentes en prácticamente todas las zonas vitícolas del mundo. Esto, unido a la problemática que conllevan (pérdidas de rendimiento de las parcelas afectadas, influencia en la calidad de los productos,…) ha motivado numerosos e importantes esfuerzos en el mundo científico y técnico orientados a conocer mejor estas enfermedades y como paliar sus riesgos.

Sin embargo, esos esfuerzos no parecen haberse traducido en una aplicabilidad práctica de interés real para el sector, puesto que en las dos últimas décadas ha aumentado la incidencia de los decaimientos de la vid, comprobándose su presencia cada vez en plantas más jóvenes, y siendo esta situación generalizada en todas las zonas vitícolas. Y esta generalización incluye a nuestra Comunidad Autónoma de Castilla y León, donde la preocupación por parte de los viticultores y el sector involucrado es creciente y comienzan a demandarse soluciones. Síntomas característicos en hoja. Foto ITACyL

Este por el momento en apariencia “infructuoso” resultado es producto de un tremendamente complicado y difícil escenario de trabajo, que conlleva a enfrentarse a una situación que, si bien puede ser “apasionante” desde el punto de vista científico en lo que a búsqueda de soluciones se refiere, resulta preocupante y acuciante desde el punto de vista técnico y del sector afectado, en cuanto a la necesidad de establecer una gestión integrada del problema que permita convivir con él, mitigando y minimizando sus consecuencias. Este complicado escenario de trabajo puede explicarse por la influencia, entre otras, de diversas cuestiones:

  • La complejidad de los agentes causales ya comentada anteriormente.
  • Su capacidad de dispersión y entrada en las plantas, a través principalmente de heridas de poda pero no excluyente de otras vías.
  • La circulación de material vegetal utilizado en las nuevas plantaciones, no siempre controlada y controlable, unida a una carencia en la aplicación de metodologías de detección.
  • Las dificultades planteadas para los tratamientos curativos, cuyo mayor hándicap lo constituye que la materia activa penetre en el interior de los tejidos vasculares de la planta en las concentraciones adecuadas para surtir los efectos deseados.
  • La prohibición de materias activas que permitían, si no eliminar la enfermedad, al menos llegar a un grado de convivencia adecuado, sin haberse encontrado otras con la eficacia adecuada. Un ejemplo lo constituye el arsenito sódico cuya acción se debía a su alta toxicidad y su capacidad para penetrar hasta el xilema, aniquilando la mayor parte de los hongos, pero cuya prohibición estuvo motivada y plenamente justificada precisamente por esa alta toxicidad, pues en este caso no es específica y afecta a un alto rango de seres vivos potencialmente expuestos directa o indirectamente a él, incluyendo el hombre, y a su carácter cancerígeno.
  • El desarrollo, aún incipiente en muchos casos, de alternativas preventivas o de control, como por ejemplo las basadas en estrategias de control biológico o las apoyadas en productos del tipo bioestimulantes, reguladores del crecimiento, vigorizantes, etc., con una muy limitada, por el momento, disponibilidad para los productores y con eficacias aún no suficientemente contrastadas.
  • Los cambios en las prácticas culturales y de manejo del viñedo, que en los condicionantes de producción actuales pueden favorecer la entrada de hongos patógenos y su expansión si no se extreman las precauciones.

Todo esto conlleva a que en la actualidad,hasta que el avance en el conocimiento permita abordar nuevas consideraciones, las medidas profilácticas y las buenas prácticas culturales se perfilen como la mejor, y prácticamente única, estrategia para minimizar la incidencia de los decaimientos de la vid.

Ante este escenario, se hace necesario conocer la incidencia real de estas enfermedades y su evolución en el viñedo de Castilla y León. De esta forma, se podrá determinar el riesgo real y los posibles niveles de alerta y priorización de esfuerzos generales o zonales. En función de ello, se podrá comenzar a generar una estrategia de gestión integrada, que incluya: El posible establecimiento de medidas preventivas o de control, adecuadas en función de la normativa vigente y de los conocimientos científicos y técnicos actuales; Y la detección de necesidades en investigación y experimentación que pudieran abordarse para la definición de metodologías de mitigación de riesgos y/o curativas que pudieran contribuir en la optimización de dicha gestión.

Es por ello por lo que la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León ha decidido reforzar y ampliar su campo de acción respecto a este problema, habiendo comenzado en el año 2014 con el establecimiento de un programa continuo de vigilancia, monitorización y seguimiento del viñedo castellano y leonés en cuanto a la problemática derivada de la yesca y hongos de la madera. Así, y dentro del marco del Plan Director de lucha contra plagas agrícolas de Castilla y León (Acuerdo 53/2009, de 14 de mayo, de la Junta de Castilla y León), se ha establecido una red de referencia, adecuada y representativa, de parcelas de viñedo en nuestro territorio, en las que evaluar la presencia e incidencia de enfermedades fúngicas de madera de la vid, conocer su evolución e inferir la posible necesidad de establecimiento de medidas preventivas y de control y su priorización. Pero este programa no termina en ello, sino que incluye el establecimiento de una necesidad en profundizar en el conocimiento y la investigación orientados a contribuir en la definición de medidas, preventivas y/o curativas, dentro de un marco adecuado de gestión integrada del problema.

Lo que aquí se presenta son los resultados obtenidos tras un primer año de trabajo, orientado a las evaluaciones cuyo objetivo es conocer la afectación y evolución del viñedo castellano y leonés para el caso de la yesca y enfermedades de la madera. Se debe incidir que dichos resultados hay que considerarlos como preliminares, ya que únicamente se ha obtenido una primera “fotografía” de la situación, la cual en primer lugar debe ser comprobada y corregida, y en segundo lugar debe formar parte de una serie de ellas que muestren el panorama real de la situación.

Para obtener esta primera imagen, en función de los datos disponibles en el Registro Vitícola (considerando la información en febrero de 2014), se planteó un muestreo que implicaba una intensidad de trabajo de evaluación del 1% de la superficie del viñedo total de la región (estimada en torno a las 74.000 hectáreas), con un total de 747 plantaciones visitadas en las que se evaluaron unidades muestrales teóricas compuestas por 200 posiciones de cultivo en cada una de ellas. Las evaluaciones se realizaron durante los meses de agosto y septiembre de 2014. Finalmente los datos que han resultado útiles han provenido de 728 plantaciones, implicando un total de 145.594 posiciones de cultivo en las que se han evaluado 138.056 cepas.

La diferencia entre el número de plantaciones previstas a visitar y las finalmente consideradas como útiles se deben a la detección in situ de estados de abandono y no explotación, que no aconsejaban su evaluación al no representar la población de viñedo objetivo, y a casos en los que hubo problemas en la identificación clara de sintomatología, debido al estado general de las cepas en esas plantaciones, decidiéndose en esos casos su reevaluación en la campaña venidera.Cepa muy afectada por la yesca. Foto: ITACyL

La elección de las plantaciones se basó en criterios de jerarquización en los que se tuvieron en cuenta aspectos como:

  • Zonificación en cuanto a distribución geográfica del viñedo, tanto a nivel provincial como de representatividad a nivel de municipio.
  • Inclusión en las distintas Figuras de Calidad (Denominaciones de Origen y Vinos de calidad). En este aspecto también se ha contemplado el viñedo no amparado a ninguna de estas figuras, considerándose un genérico de Vinos de la Tierra de Castilla y León (Cebreros, Sardón-Tudela de Duero, etc.).
    • Edad de los viñedos, considerando como extremos: los últimos 10 años, representando plantaciones jóvenes en las que aún se está formando la estructura y entrando en producción y estabilización; mayores de 35 años, anteriores a 1979, representando plantaciones “viejas”, en declive de producción y rendimiento, pero interesante aporte en calidad. En el rango intermedio, se representaría el viñedo adulto en plena producción, habiéndose considerado una separación a partir del año 1994, por ser la década posterior caracterizada por un gran auge en las plantaciones, lo que pudiera influir en un diferencial de control sanitario en los materiales vegetales de inicio.
    • Marco y densidad de plantación, contemplando en este caso genéricos de densidades bajas, entre 700 y 2.000 plantas por hectárea, medias, entre 2.000 y 3.300, y altas, superiores a las 3.300 plantas por hectárea (hasta las 10.000)
    • Sistema de conducción, formas libres o en “vaso” o formas dirigidas o en “espaldera”.
    • Variedades representativas.

Los criterios de evaluación de la afectación en cada plantación, se basaron en la estima de la incidencia de la enfermedad (porcentaje de las cepas evaluadas presentando sintomatología compatible con yesca), y de su severidad (porcentaje de cada planta afectada por la expresión de síntomas, desde menos de un tercio de la planta a afectación total traducida en su muerte).

En cuanto a los principales resultados, el grado de afección global en Castilla y León de enfermedades de la madera en vid, en cuanto a porcentaje de cepas con expresión de sintomatología compatible, no ha resultado demasiado elevado (2,58%) cuando se le compara con estimaciones en otras zonas o países. Sin embargo, se debe considerar que este resultado general no puede extrapolarse a la globalidad del territorio, al haberse observado diferencias aparentes en la afección en cuanto a su distribución geográfica, tanto a nivel provincial como por figuras de calidad.

En primer lugar, se han detectado plantas con sintomatología compatible en todas las provincias, si bien en las que se ha observado un mayor porcentaje de incidencia han sido, por este orden, Ávila (5,79%), Zamora (3,69%), Burgos (3,64%), Soria (2,13%) y Valladolid (1,69%), mientras que en los casos de León, Palencia, Salamanca y Segovia la incidencia observada parece más testimonial, menor del 1%.

En cuanto a Figuras de Calidad, las Denominaciones de Origen de Toro (5,76%) y Ribera de Duero (3,20%) han sido las que mayor incidencia han presentado. Incidencias globales entre el 2% y el 3% se han detectado en los casos de Cigales y Tierra del Vino de Zamora. Por encima del 1% en Arlanza, Arribes, Bierzo, Rueda y Valles de Benavente. En Tierra de León, Sierra de Salamanca y Valtiendas la incidencia ha sido menor al 1%.

En cuanto al genérico que incluye al resto de viñedos no amparados bajo ninguna figura de calidad, la incidencia media observada ha sido del (3,65%), si bien este dato está explicado casi en su integridad por la influencia de la zona sur de Ávila, principalmente en la zona de Cebreros, donde se ha localizado el mayor dato global promedio de incidencia (5,79%).

Lo expuesto hasta ahora nos lleva ya a una primera reflexión:si bien con diferencias aparentes en cuanto a la distribución geográfica de la incidencia de la enfermedad, la detección de presencia de sintomatología compatible con la yesca prácticamente de forma generalizada en todas las provincias y Figuras de Calidad, aunque haya casos en que dicha presencia no pueda calificarse como más que de testimonial, supone presencia de focos potenciales de expansión de este tipo de enfermedades en los próximos años en todo el territorio, lo cual debe impulsar la necesidad de trabajar en la búsqueda de posibles alternativas para gestionar este problema.

Si se consideran los casos de presencia de parcelas con incidencia que pudiera categorizarse como muy alta, con más del 15% de cepas sintomáticas, estas han aparecido en un 3,43% de las plantaciones visitadas, asociadas a las Denominaciones de Origen de Toro y Ribera de Duero, junto a la mención de Vinos de la Tierra de Castilla y León en sus parcelas evaluadas en Ávila y Burgos, y en menor porcentaje para la DO Rueda.

En general, el rango de edad del viñedo menor de 10 años ha presentado las menores incidencias promedio (1,31%), mientras que los viñedos más viejos, anteriores a 1979 han presentado una incidencia media del 2,55%. En cuanto a los viñedos adultos entre 1979 y 2003, se observa una posible diferencia entre el viñedo plantado hasta 1993, con incidencia del 2,35% respecto al de la década 1994-2003, cuando se produjo el auge en las plantaciones en Castilla y León, en las que el valor obtenido de incidencia es el mayor, con un 3,65%.

De nuevo, la tendencia observada, y en cierta manera esperable, sobre que el viñedo más joven parece ser el menor afectado, no parece generalizable a la totalidad del territorio, pues por ejemplo en la DO de Toro esto no parece cumplirse, siendo la incidencia y su distribución similar en todos los rangos de edades.

En general, la mayor parte de las cepas evaluadas que han presentado síntomas, los han mostrado en el estado más leve de severidad considerado. Así, el 68,99% de las cepas sintomáticas lo han sido en menos de la tercera parte de la planta, detectándose los mayores casos de severidad alta en cuanto a casos de apoplejía (muerte) en Ávila, Burgos y, especialmente, Zamora, provincia en la que el 16,26% de las cepas sintomáticas, se han asociado a esta expresión de severidad, lo que representa el 0,60% de las cepas evaluadas muertas presumiblemente por enfermedades de la madera.

En cuanto a distribución de la severidad por Figuras de Calidad, los mayores porcentajes de apoplejía se han detectado en Toro y Valles de Benavente, con el 0,56% y el 0,76% respectivamente del total de cepas evaluadas con este nivel de severidad, seguidas de Tierra del Vino de Zamora con el 0,41%. A esto añadir Ribera del Duero, Cigales, Arlanza, Arribes y la zona de Cebreros, dentro de la mención de Vinos de la Tierra de Castilla y León, cuando se consideran también las afectaciones en más de las dos terceras partes de la planta, con valores en torno al 0,40% y el 0,60% de las plantas evaluadas con este nivel de severidad o ya muertas.

Por variedades, sin duda la que mayor incidencia ha presentado ha sido la Garnacha Tintorera, con el 9,35% de cepas evaluadas con sintomatología compatible a enfermedades de la madera. Esta variedad se ha localizado únicamente en viñedos viejos plantados con anterioridad a 1979 en la comarca de Cebreros, por lo que no se puede establecer por el momento que esa mayor incidencia pueda deberse tan sólo a una mayor sensibilidad varietal, o realmente sea producto de una interacción entre otros factores, como por ejemplo precisamente la edad del viñedo.

Pese a ello, ese valor parece alejado de los máximos detectados para otras variedades en ese mismo intervalo de edad, con valores ligeramente superiores al 3% en los casos de Garnacha, Tempranillo o Verdejo, mientras que otras variedades como Mencía presenta una incidencia del 1,51% en viñedo viejo, o Juan García, Palomino y Prieto Picudo, con valores inferiores al 1% en este intervalo de edad.

Si no se tiene en cuenta el intervalo de edad, en todas las variedades consideradas se ha detectado incidencia, aunque sea mínima, de sintomatología, salvo para los casos de Sauvignon Blanc, Cabernet Sauvignon y Merlot, si bien en estos tres casos el número de plantaciones evaluadas ha sido muy bajo y no puede considerarse, por el momento, como representativo para valorar con robustez la posible reacción de estas variedades a las enfermedades de madera.

Si se observan las plantaciones más jóvenes, menores de 10 años, tan sólo Verdejo, Tempranillo y, quizá Prieto Picudo, cuenten con suficiente número de plantaciones muestreadas en este intervalo, para emitir un resultado orientativo, siendo Prieto Picudo donde menor incidencia se ha observado 0,60%, frente al 1,85% y 1,06% de Tempranillo y Verdejo respectivamente.

Pese a lo comentado, en el apartado de una mayor o menor posible sensibilidad varietal, estos resultados no pueden ser tomados en ningún caso como concluyentes, sino como, de momento, meras observaciones, pues aún queda mucho trabajo para poder discernir si ese diferencial en la incidencia pueda deberse a un diferencial en la sensibilidad/tolerancia genética o sea producto de una interacción entre otros factores.

Cuando se considera el sistema de conducción, formas libres (vaso) o dirigidas (espaldera), la tendencia general parece indicar una pequeña mayor incidencia en el sistema en vaso, 2,87% frente al 1,90% en espaldera. Sin embargo, resulta interesante que esto parece deberse únicamente a la influencia de las parcelas plantadas en el intervalo de la década de 1994 a 2003, momento de auge en las plantaciones, en el que se detecta una incidencia del 5,38% en las conducidas en vaso frente a un 1,83% en las conducidas en espaldera. De hecho, si se consideran sólo las plantaciones más jóvenes, las de menos de diez años, los resultados se tornan, siendo menor la incidencia detectada en el vaso (0,48%) frente a la espaldera (1,36%).

También en el caso de la posible influencia de los sistemas de conducción, al igual que lo comentado en las variedades, se debe profundizar más en el estudio para discernir si tienen o no una influencia directa en la expresión de la enfermedad.

Refiriéndonos a la posible influencia de la densidad de plantación, tanto en los resultados globales como en la descomposición por intervalos de edades, por el momento se observa una tendencia a una mayor incidencia cuanto menor es la densidad de plantas, con datos globales del 1,50% en las densidades altas, 2,38% en las medias y 3,55% en las bajas. A priori este resultado cabría no ser esperable, puesto que una mayor densidad estaría traducida en cuestiones como una mayor proximidad entre plantas o un mayor número de heridas por unidad de superficie motivadas por las podas, ambos factores en apariencia favorecedores para la transmisión. Sin embargo, también podría relacionarse con un menor vigor individual de las plantas por la competencia entre ellas, o en unas heridas menores por la menor sección realizada,… o simplemente porque la mayor densidad pueda estar asociada a una mayor intensificación en la producción y, en consecuencia, de los medios y cuidados en las labores… en cualquier caso, de nuevo, estos resultados deben ser contrastados y profundizar en su posible y verdadera influencia.

Pese a que en todo momento nos hemos referido a lo preliminar de los resultados, y a que en todos los casos de posibles factores influyentes aún se debe profundizar más para otorgar una mínima robustez en las conclusiones, sí parece observarse una situación que justifica que el sector esté informado de aquellas herramientas o medidas que deba considerar para evitar que esta situación se propague. A día de hoy, ya se ha mencionado que no se conocen productos fitosanitarios realmente curativos para estas patologías una vez han penetrado en las plantas, por lo que resulta preceptivo en primer lugar el aplicar medidas preventivas y de manejo terapéutico adecuado en los viñedos que presenten plantas con síntomas de estas enfermedades. Al respecto, se debe reforzar la emisión de recomendaciones entre los viticultores de cara a la siguiente campaña y venideras.

  1. Dentro de esas recomendaciones, se debe considerar que para solucionar el problema lo principal es conocerlo a fondo, determinando la situación real de las afecciones en cada zona. Es necesario que los viticultores conozcan estas enfermedades, para que puedan evaluar la incidencia en sus plantaciones y, al mismo tiempo, realizar las prácticas preventivas que eviten su expansión.
  2. Es imprescindible, en las nuevas plantaciones, evaluar el estado sanitario y el control del material de los viveros autorizados y de los sarmientos del propio agricultor.
  3. Es también importante, hacer un seguimiento en años sucesivos de la evolución de las enfermedades en las plantaciones afectadas. Se deben marcar visible y permanentemente las cepas con síntomas que se observen en verano, para su poda o arranque en invierno.
  4. En viñedo joven durante la formación y la conducción, deberemos decantarnos por la poda en verde, en lugar de la eliminación de sarmientos en invierno, y evitar la poda a ras de la madera vieja. En cualquier caso, en nuevas plantaciones, utilizar material sano y evitar durante los primeros años el estrés o el forzado excesivo para la entrada prematura en producción.
  5. En cuanto a la poda en sí, retrasarla todo lo que se pueda y realizarla en tiempo seco. No hacerlo nunca en los días previos a anuncios de lluvia o posteriores a una precipitación. Si se realiza prepoda, procurar que sea larga.
  6. Se deben podar por separado las cepas sanas de las enfermas, comenzando por estas e incluyendo en ellas a sus contiguas. y dejando para el final las cepas sanas. Siempre retirar los restos de poda y las partes muertas de las cepas lo antes posible de la parcela. A esta concepción teórica se le debe añadir que debido a la erraticidad de síntomas, la poda de cepas enfermas debe contemplar también las cepas colindantes o aledañas, puesto que en ellas es más probable que se inóculo de la enfermedad.
  7. Un importante matiz en la poda de plantas enfermas, es que dicha poda debe plantearse únicamente en el caso de grados de ataque bajo: En casos de severidad alta en la planta alta lo adecuado es proceder a su arranque.
  8. Es crucial desinfectar siempre las herramientas de poda, pero especialmente tras trabajar en cada una de las cepas enfermas (utilizando alcohol, formol, lejía diluida, etc.), incluso con independencia de si la cepa siguiente pueda considerarse o no también enferma. Se deben evitar los cortes de poda grandes, procurando siempre hacerlos con la menor sección posible y recubriéndolos posteriormente con mastic protector conteniendo fungicida. No se debe apurar el corte respecto a la yema inmediata, y no es recomendable incurrir en renovaciones innecesarias de pulgares.
  9. En todos los casos, se deben destruir quemando todos los focos de la enfermedad y los restos de poda, tanto en cepas muertas como en brazos atacados, de forma ideal mediante su quema (para lo que se deben solicitarlos permisos pertinentes). En cualquier caso, nunca dejar restos de poda ni madera afectada sobre el terreno, ni siquiera si son triturados o enterrados, ni en las proximidades de otras plantaciones de viñedo.
  10. Puede intentarse rehacer una cepa enferma, o rejuvenecerla, cortando hasta encontrar madera sana, dejando crecer brotes bajos del tronco sano, o bien injertar con púas la cepa.

Por último, no olvidemos que una de las cuestiones principales del problema es la falta de medidas que permitan una gestión del problema que nos permita convivir con él mitigando sus efectos. Para ello, es necesario profundizar en el incremento del conocimiento y la investigación aplicada orientada a la definición de estrategias y medidas que puedan paliar esta carencia.Planta muerta por yesca. Foto: ITACyL

Es por ello que la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León tiene el propósito de continuar y aumentar los esfuerzos necesarios para contrarrestar esta problemática. Estos esfuerzos están encaminados a través de tres vías generales, en consonancia con las líneas de actuación que establece el Plan Director de lucha contra plagas agrícolas de Castilla y León:

  • Vigilancia y monitorización continuada del estado de situación y evolución de la afectación del viñedo en nuestra región en lo referente a enfermedades fúngicas. Al respecto, esta monitorización sigue un esquema de mejora continua, que permita implementar los avances que pueda proporcionar el mundo científico-técnico. Pero asimismo, el aplicar metodologías ya disponibles, como es, ya para la siguiente campaña, la complementariedad de las evaluaciones sintomáticas con la analítica identificativa y de diagnóstico del agente causal que la ocasiona, lo cual no sólo dará una mayor robustez a los resultados, sino también permitirá profundizar en el conocimiento de la problemática específica del caso castellano y leonés.
  • Dentro del fomento y divulgación del conocimiento sobre técnicas alternativas y buenas prácticas agrícolas aplicables a la Gestión Integrada de riesgos asociados a las plagas, se establecerá un flujo continuo de información con los viticultores a través de los diversos agentes del sector, especialmente los Consejos Reguladores y Organizaciones Profesionales Agrarias, para fomentar la importancia de la prevención hacia este complejo de enfermedades. Así, se impartirán jornadas en las distintas Denominaciones de Origen donde regularmente se expongan los resultados de las prospecciones e investigaciones que se realicen y los problemas que vayan surgiendo o solucionándose en los próximos años. Asimismo, se difundirá dicho conocimiento en diversas publicaciones de carácter agrario y divulgativo, sin olvidar nunca la emisión de recomendaciones de manejo a los viticultores a través de diversos cauces.
  • En lo concerniente a identificación y fomento de líneas de investigación necesarias para fortalecer la Gestión Integrada de riesgos, por citar un par de ejemplo, se ha comenzado a trabajar en la redacción de un proyecto en coordinación con otras Comunidades Autónomas interesadas en esta problemática, orientado a una mejor identificación de los agentes causales de estas enfermedades y, especialmente, con resultados principales vinculados a posibles medidas o técnicas de mitigación de riesgos y paliativas de sus efectos. De igual forma, se está trabajando en la integración dentro de una red europea de expertos en la materia, lo que facilitará la implementación de todos aquellos avances que se produzcan en estas patologías tanto a nivel europeo como mundial.


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