A su paso, el saltarín Pedroso salpica sus aguas en parajes tan hermosos como la cascada de Barbadillo de Herreros; toma sus aguas de otras fuentes en Barbadillo del Pez y salta de valle en valle hasta llegar al tercer
Fue la trashumancia la que convirtió a Barbadillo y la comarca en una zona rica
La ferrería
La economía de este pueblo y de la comarca se basaba en la ganadería y en la industria, en su famosa ferrería. Quizá la industria más antigua de España de este tipo, ya que existen algunos documentos del monasterio de San Pedro de Arlanza que recogían en el año 1040 la existencia de una fundición en este lugar. Muchas minas de hierro fueron ya explotadas por los romanos, y la existencia de hierro, plomo y cobre fue abundante. En 1872 había en la zona hasta tres ferrerías de altos hornos -dos en Barbadillo y una en Huerta de Abajo-, donde se fundía el hierro y se transformaba en lingotes.
Necesitaban las ferrerías las aguas de un río como el Pedroso para fraguar bien y ser resistente la pieza de hierro. En el edificio del Ayuntamiento, en su última planta, un pequeño museo muestra qué era la ferrería y qué fabricaba. Allí se cuenta que en las ferrerías se fundía el hierro con carbón vegetal. Un mineral que se recogía en las explotaciones de Barbadillo y de los pueblos vecinos donde se hacían filones de hierro. El abandono de la última ferrería, en 1926, produjo un gran descenso de la población y la pérdida de su carácter industrial.
El tren minero
Para traer y llevar el mineral de hierro, un tren unía Villafría con Bezares, unos kilómetros más allá de Barbadillo de Herreros. El tren facilitó que se instalaran dos ferrerías y una herrería en Barbadillo. Apenas funcionó unos pocos años y como la vida misma acabó sus días hundido por la huida del negocio.
El templo
La Iglesia parroquial de la Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel es el edificio, junto a la herrería, más destacado de Barbadillo. Destaca la pila bautismal románica, del siglo XII, decorada con una fronda serpenteante, un crucifijo y la imagen de San Sebastián, obra de Gil de Siloé. El retablo mayor es de finales del siglo XVIII y los menores del XVII. También posee una pila bautismal románica, del siglo XII.
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